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—Bien... de acuerdo... lo intentaré otra vez... —susurró la fémina, quien en sus brazos tomaba una vara de madera, parecida a la que había usado tiempo atrás en el entrenamientos con los druidas.

Cerró sus ojos, soltando un suspiro, tratando de concentrarse. Estiró sus dos brazos y volvió a susurrar a si misma: "tú puedes". Una chispa salió de su dedo índice, la cual corrió sobre la rama, encendiéndose en el camino.

La chica abrió sus ojos al sentir su rostro calentarse, miró determinada el objeto en llamas, tratando de controlar con totalidad el fuego, esperando que ésta vez no hiciera cenizas la rama.

—Lo... ¡lo logré! —exclamó al ver que el fuego se mantenía en la rama, sus ojos brillaron de alegría y soltó una risa victoriosa. Sentía su corazón ir a mil, y no podía evitar sentirse orgullosa por haberlo hecho.

Escuchó aplausos detrás de ella, causando que su concentración se acabara. Al girarse a ver de quien se trataba, el fuego terminó por hacer su trabajo, dejando las cenizas sobre sus manos, pero Eleanor no estaba molesta, de hecho, una leve sonrisa aún se encontraba en su rostro.

—¿Lo viste? ¿Lo viste? ¡Lo logré, Martha! —repitió con la misma alegría de antes, girándose por completo, como si quisiera escuchar un cumplido.

La mujer soltó una risilla al verla tan emocionada; Eleanor se encontraba entrenando desde la mañana en esa misma habitación donde había cuidado de ella mientras estaba inconsciente. Martha supo de inmediato que aquella hazaña que había hecho la había intentado varías veces, pues en el suelo había muchas cenizas y sus ropas estaban sucias, junto con sus manos.

—Lo hiciste bien —admitió, aunque no lograba entender del todo como es que lo había hecho. La joven soltó una risilla, limpiando sus manos aún sonriendo de la alegría. No podía esperar a que llegara Arthur para decírselo—. Por alguna razón, pareces tan feliz como un perro al ver a su dueño de nuevo —volvió a reír, esta vez Eleanor carraspeó, sintiéndose avergonzada.

—No es la primera vez que me comparan con un perro —admitió, recordando su viaje, recordando a Gowther.

—Pff... ¿por qué no me sorprende? —y sin más se acercó a ella, acariciando suavemente su cabello con dulzura, justo como solía hacerlo cuando cuidaba de ella. Se quedaron en silencio por algunos segundos, simplemente disfrutando del ambiente tranquilo del momento. Eso fue hasta que Martha decidió volver a hablar—. A pesar de que no se ve a simple vista, has cambiado Eleanor... me pregunto si es gracias a tu viaje con el rey.

La nombrada sintió un poco de molestia al escucharle burlarse levemente de ella. Se separó un poco, volteando a otro lado al recordar lo que había pasado la última vez que Arthur y ella hablaron en esa habitación. Sintió sus mejillas calentarse al pensar en las palabras que le había declarado, algo que no pasó desapercibido por la mayor.

—¿Oh...? ¿Por qué el repentino sonrojo? —preguntó Martha al ver su reacción, sonriendo de manera pícara—. ¿Es qué pensar en el joven rey te trae buenos recuerdos?

—¡Martha! —exclamó avergonzada, cubriéndose su rostro con ambas de sus manos, esperando que de esta forma parara de molestarla.

—No me digas que... ¿al fin declaró sus sentimientos? —la contraria abrió los ojos de la sorpresa, preguntándose cómo es que lo había adivinado.

Poder de mamá— pensó, soltando un suspiro. Sin tener otra opción, asintió levemente con la cabeza, aún sin mirarla y sintiéndose avergonzada.

—¡Ay! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! —celebró la mujer al verla, causando que Eleanor sólo se pusiera mas nerviosa—. ¿Y bien? ¿Qué le dijiste? ¿Le correspondiste?

𝐁𝐚𝐧𝐝𝐢𝐝𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐜𝐥𝐚𝐬𝐞; Arthur Pendragon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora