Querido Coalemo

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En la suave penumbra de esta tarde, me encuentro con un cúmulo de pensamientos que deseo compartir contigo. Mi pluma traza estas palabras no como una acusación, sino como una búsqueda de entendimiento en el vasto lienzo de la existencia.


¿Por qué, te pregunto, se tejió este velo de ignorancia en las almas de aquellos que amamos? ¿Qué razón justifica que las mentes se suman en las aguas turbias del desconocimiento? Si tan solo pudiéramos disipar la niebla que encubre la verdad, quizás podríamos presenciar un mundo donde el engaño y la ceguera no causen daño a quienes nos rodean.


¿Qué capricho divino te llevó a sembrar la semilla de la ignorancia en nuestros corazones? ¿Por qué permitiste que la empatía y la compasión se ocultaran tras el velo de la indiferencia? Pareces ser un ser divino ajeno al sufrimiento de los mortales, un espectador indiferente ante nuestras penas.


Si solo pudiera soñar con un mundo donde tu presencia no fuera necesaria, donde la ignorancia se disipara como la niebla al amanecer, y donde aquellos que amamos no fueran víctimas de su propia ceguera. En ocasiones, me pregunto si la ceguera más profunda es aquella que uno elige no superar.


Es en este momento en el que me encuentro tratando de no tirar mi teléfono contra la pared de mi habitación, deseo febrilmente qué entres en razón y decidas de una vez por todas acabar con este mal que afecta al mundo tanto como a mi corazón. No hay más ciego qué el que no quiere ver.

A todos los diosesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora