CAPÍTULO IV

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CAPÍTULO 4

"QUÉ VIDA LA MÍA"

"QUÉ VIDA LA MÍA"

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YURA SONOMI

Yura abrió los ojos y soltando un jadeo al aire regresó al mundo de la realidad.

Por un momento entró en pánico al encontrarse con absoluta oscuridad. El miedo no desapareció cuando encendió la lámpara en su mesita de noche. Se pasó una mano por el cabello y miró la hora en el reloj digital.

Las cuatro de la madrugada. Era la hora de escapar.

Se bajó de la cama impidiendo que sus pasos emitieran sonido. Atravesó el cuarto e hizo una mueca de dolor cuando la puerta chirrió un poco al abrirla.

Al salir, no vio a Alexander por ninguna parte, probablemente se encontraba durmiendo en su habitación. A oscuras, avanzó lento por el lugar, a su derecha el amplio ventanal permitía el paso de la luz nocturna de la ciudad de Seúl hacia el interior de la suite. En otras circunstancias, Yura habría orbitado directo al cristal y se hubiera perdido en la belleza de su ciudad bañada en luces de neón, pero ahora su prioridad era salir y encontrar a su hermano.

A medio camino, algo llamó su atención, el brillo de algo tan hermoso como letal. Se trataba de una de las pistolas de Alexander. Sobre el comedor, el brillo plateado del arma reflejaba el brillar de la luna.

Al acercarse Yura pudo ver su propio reflejo en el metal del arma, sus dedos temblorosos le pasaron por encima, sintiendo su fina textura y su frío material. Sus dedos se enroscaron alrededor del mango y notó cuán pesada era al levantarla de la mesa. Probablemente la necesitaría al salir, no tenía idea de qué peligros se atravesarían en su camino una vez cruzara la puerta.

Con pistola en mano, caminó con decisión hasta la salida.

La luz se encendió tres pasos después.

Revelando a Alexander quien se encontraba sentado en uno de los sofás en el área de la sala, talón sobre su rodilla, manos relajadas sobre los reposabrazos.

¿Acaso alguna vez ese hombre dormía?

—¿Vas a alguna parte? —él inquirió poniéndose de pie.

Fue entonces cuando notó lo que colgaba de su mano, entre sus largos dedos se balanceaba el collar que su hermano le obsequió en su cumpleaños dieciocho. Yura se llevó una mano al cuello sintiendo la ausencia del accesorio.

¿Cuándo lo tomó?

Alexander dio un paso hacia ella y Yura de inmediato lo apuntó con la pistola.

El hombre ni se inmutó, probablemente porque estaba acostumbrado a ser apuntado por un arma, o quizás porque sabía que Yura jamás tiraría del gatillo.

KNIGHT (18 +)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora