Mirar hacia el pasado

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Las luces lastiman sus delicados ojos al momento que le quitan, de forma brusca, la bolsa de tela que cubría su cabeza. Está aturdido, con dolor y sin poder recordar cómo llegó hasta allí. Voces a su alrededor se escuchan como demonios susurrándole al oído. No tienen forma, no puede distinguir lo que dicen, parecen masculinas, pero no hay nada en los timbres que pueda sonar familiar. Se alejan, dejando un abrumador silencio reemplazando el lugar. Poco a poco recobra el sentido de orientación, y con él llega el miedo. Los ojos se adaptan a la luz y empiezan a distinguir formas: está recostado sobre una cama matrimonial con sabanas de satén rojas, piso de alfombra beige, una copia barata de "La noche estrellada" colgado de una pared paralelo a la cama, sobre el cielorraso un enorme espejo boca abajo. Las luces cálidas, en su mayoría rojas, intentan generar un clima sensual, invitando a las parejas a entregase a la pasión. Pero, no lo logran con él, solo atraen sus más oscuros recuerdo de aquella habitación.

La habitación es de casi el mismo tono de rojo que la sangre que maquilla su rostro, herido por los golpes. También el violeta es un complemento a ese maquillaje. Completamente lúcido intenta salir de ahí, pero las cuerdas amarradas a sus muñecas y tobillos le impiden moverse. Intenta gritar, pero su voz es ahogada por la cinta de embalar que rodea su boca. Tiene taquicardia, quizás por el miedo, o quizás porque le cuesta respirar ya que su nariz está lesionada y sus vías respiratorias están obstruidas casi por completo, o también ambas. Mira hacia el cielorraso encontrándose con su imagen, esa dolorosa imagen que le hace cuestionar: —¿Cómo me convertí en esto? — Al mismo tiempo, le trae a su memoria hermosos recuerdos de lo que alguna vez fue y que ahora ya no hay rastros, y como una daga atraviesan su corazón.

Eran las 06:00 horas, Azul se alistaba para un día más de clases. Baja a desayunar con pocas ganas, ya que aún tiene algo de sueño. Mientras que toma su leche chocolatada con medialunas, su hermano le hace algunas bromas. Al terminar, se limpia los dientes, toma sus cosas y sale rumbo a la escuela. El hermano la traslada, ya que la madre está ocupada abriendo el negocio. Cuando llegan, se despide e ingresa al edificio. Mientras tanto, Isaac sale de prisa hacia la juguetería. Trabaja todos los días hasta la hora que su hermana sale de la escuela y pueda reemplazarlo. Algunos días hace los repartos, pero otros, se queda a atender a los clientes y hacer el inventario de los productos, y ese día no era la excepción. Al ser fin de mes, por lo general no había mucho movimiento por allí, ya que la mayoría no tenían suficiente dinero. Así que, se encontraba algo aburrido y se puso a repasar los apuntes de la universidad. En eso, entra un hombre de traje. Parecía medir como 1,90 m. de estatura, cabello negro, bien peinado, contextura grande y barba candado. De forma algo prepotente se dirige a Isaac y le pregunta por unas muñecas y otros juguetes para niñas. Él, de forma amable, le muestra un montón de variedad, de la más barata a la más cara. Estuvo como media hora aproximadamente mostrándole juguetes, creyendo que solo iba a ser una pérdida de tiempo. Cuando la paciencia se le estaba por agotar, este hombre selecciona unos seis regalos, de los más caros, y le exige que los envuelva cuidadosamente. Isaac termina el trabajo, y para su sorpresa, este le paga al contado.

Cuando está saliendo, se encuentra con Azul, que lo saluda amablemente. El hombre se retira, y ella no puede evitar notar las bolsas con las cosas que había comprado. Entonces le dice a su hermano: 

— Veo que compro algunos juguetes. Debe ser para un cumpleaños.

El bastante sorprendido y al mismo tiempo alegre le responde: — ¡No sabes lo que pasó! Ese sujeto selecciono como seis juguetes de los más caros y lo pagó al contado.

Queda sorprendida con lo que le dice, y especula que ese tipo podría ser un empresario, un narcotraficante o un mafioso. Los dos se echan a reír por las hipótesis absurdas que acababa de decir. Luego, llega la madre y él se retira del lugar porque debe ir a la universidad. En la noche, ya los tres reunidos para cenar, conversan de la suerte que tuvieron ese día.

Ese recuerdo le llegó a la mente dándose cuenta que, ese momento que consideraba como el más afortunado resultó ser la apertura de las puertas del averno.

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