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Leyla

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Leyla.
De regreso en Copenhague, capital de Dinamarca.

Desde un auto totalmente negro y brindado, junto a mi cachorra de meses iba observando luego de tantas semanas, las calles que me vieron nacer y crecer, conociéndome como la principesa de Dinamarca, la única princesa de la dinastía de mi padre el gran rey, la única mujer nacida con sangre real, la única que estaba destinada a no llevar la corona sobre su cabeza, pero en su lugar si tendría la de princesa, sin importar que.

Criada como una reina sin serlo, la reina de mis hermanos, porque de mi padre jamás dejó de ser una simple ficha de ajedrez, a la cuál podía mover y sacrificar a su antojo.

Ni siquiera se me permitía elegir a la persona que lo corazón escogiera, solo era muñequita, con un título pero jamás una persona con derecho a elegir, porque a diferencia de mis hermanos, a mi ni se me permite renunciar a ese título, es como una marca, irrenunciable a ella.

Muchos han llegado a creer que tener este título es un privilegio, pero en mi caso fue siempre una condena, una condena a la infelicidad.
Ahora por más que mi padre, el rey de Dinamarca ya no esté presente entre nosotros, yo sigo con la misma condena impuesta, jamás tengo una elección justa.

—Princesa, hemos llegado. —me informa deteniéndose frente al palacio.

«Como quisiera volver a desaparecer del mundo».

Me quedo allí mirando todo en silencio, antes de tomar la correa de mi cachorra y bajar del auto.

—Vamos pequeña.

Intento no pensar en nada, en mantener mi mente en blanco, pero al ver a las personas que trabajan en el castillo, lo primero que pienso es que de seguro ellos también me vieron casi morir sobre el suelo, ser débil. Ellos también debieron de hacer eco a la noticia de que fui gravemente herida, pero más allá de todo esto, ellos no tienen ni idea de lo que me ha costado estar aquí de nuevo, ponerme de pie como la princesa real que soy y prepararme para la próxima herida, porque después de todo ese es mi trabajo principal, proteger la corona, yo no puedo protegerla ocupandola, pero si soy un escudo de ella, y si debo sacrificarme mil veces lo haré, porque ese es mi sentido en la vida, yo jamás he tenido una elección diferente a eso.

Acomodo mi corona sobre mi cabeza, y sonrió ampliamente.

Mi cuerpo tiene un gran peso sobre él, como si estuviera arrastrando cadenas, pero bajo ningún concepto voy a dejar que me vuelvan a ver débil, así esté rompiéndome en mil pedazos, no lo haré.

Todo el mundo debe de saberlo, que Leyla Smith, la princesa de Dinamarca, cuarta en el orden sucesorio en la corona de Dinamarca, vuelve al campo de batalla.

Mi teléfono suena y lo veo por un segundo, es un mensaje de Uriel.

"Recuerda que sigues viva". —es todo lo que dice, como si él realmente supiese que hoy no es el mejor.

Pongo mi mejor cara, pero no es más que una máscara, porque el estar en este lugar, solo me recuerda lo frágil que puedo ser, la única forma que tengo para poder recuperar eso que me han arrebatado es enfrentarme a la persona que lo ha hecho y mostrarle que aún sigo viva..

Juego con la pulsera que me regaló Uriel para controlar mi ansiedad, aún no puedo creer que él haya notado mi ansiedad, aún cuando todo el mundo desconoce de ella.

Flashback.
Durante el desayuno jugaba con mis uñas, esperando que me sirvan.
—Deja eso. —murmura cansado ante el sonido de mis uñas chocar entre sí.

—¿Te molesta? Esa es mi mayor diversión del día. —murmuró.
—¿Diversión? Creo que es otra cosa, podría jurar que lo haces para intentar desviar tu mente de las palpitaciones que sientes ahora mismo.

Levantó la mirada.
—¿De qué hablas?
—Ansiedad ¿No es así? Llevas más de dos días muy inquieta, y debo suponer que es porque ya sabes que debes regresar cuanto antes a la capital.
—Diagnóstico erróneo, solo hago esto para entretenerme, aquí no hay ni una televisión para ver.
—¿Apostamos? Sé perfectamente lo que está experimentando ahora mismo tu cuerpo.
—¿Crees conocer mejor que yo qué es lo que le está pasando a mi cuerpo? Eso es nuevo, a ver dime.
—¿No quieres saber qué es lo que quiero si gano?
Sonrió.
—Claro que no, yo sé que no ganarás.
—Respiración agitada. —me observa. —Has estado respirando profundo mucho en estos últimos minutos, tus uñas son señal de nerviosismo, tienes el esmalte muy craquelado, te las has pintado hace dos días, así que eso demuestra lo seguido que estás raspandolas entre sí, has tomado mucha agua, sin contar que tienes un grave problema con el sueño.

Sonrió fingiendo demencia.
—Si, nada de eso me sucede, lo del sueño es porque pienso mucho, mis uñas me aburren y es un hábito, no tengo ansiedad ni nada de eso.

—Como diga la princesita del cuento feliz. —murmura para tomar su café.

Esa noche como todas las demás no pude dormir, la angustia se apodera de mí como cada noche en el que me siento morir segundo a segundo, en el que recuerdo las mil y una veces que he fallado, soy una constante falla, por más que quiera fingir otra cosa, todo está mal en mí.

Escucho pasos así que cerré mis ojos como si realmente durmiese.
Esos pasos llegaron hasta un lado de mi cama, dejaron algo en mi mesa de noche y se fueron.

Una vez que se fue niego.
Su perfume lo delata.

Veo lo que Uriel me dejó, un estuche azul con una nota.
"Entretienete jugando con ella y deja de hacerte daño princesita del cuento … ya te diré pronto cuál es mi premio por ganar la apuesta".

Abro el estuche encontrando una bella pulsera con un par de dijes, uno de ellos tiene un sapo, otro una corona, una huella y una estrella.

Fin flashback.

Aún sigo sin saber que me costará esa dichosa apuesta, pero me divierte de alguna forma no saber con que me saldrá ahora, la casa del campo siempre estaba repleto de personas que nos quitaban cualquier oportunidad que podríamos llegar a tener para hablar, y más cuando se comenzó a organizar mi regreso.

De igual forma, le debo más de lo que quiera reconocer, no solo una apuesta, fue mi compañero en el fin del mundo, y eso es algo que jamás olvidaré, sé que fue a pedido de Carlie, pero él fácilmente podría restringirse a ser mi médico, pero en cambio, fue mi sustento.

En los brazos de la princesa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora