IV

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Te escribí con la ilusión de que tan solo contestaras. 

Te pregunté cómo estabas 

y te respondí un par de estados. 

Siempre pensé que yo te interesaba 

al menos tanto como tú a mí, 

pero tú solo me atendías 

cuando no tenías más nada que hacer 

y enviabas un “hola” casual 

cuando tu vida se encontraba en pausa 

y lo suficientemente aburrida 

para que me vieras. 

Para que me notaras. 

Y ahí estaba yo, 

del otro lado de la pantalla, 

respondiendo al segundo, 

con temor de que volvieses a desaparecer. 

Pero aprendí tarde 

a que no desaparece 

quien jamás estuvo.

Ese Verano Que Casi FuimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora