Humillar en público

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Sonreía pero sus manos demostraban claramente como se sentía en medio de aquel encuentro, aplastando el pobre vaso plástico de color rojo en el cual se le había ofrecido un poco de licor para entrar en ambiente.

Su prometido lo había llevado a una reunión con su amplio grupo de amigos junto a algunos conocidos de su universidad, la mayoría estudiantes de la misma carrera que el hombre de ojos celestinos y algunos otros que se dedicaban a la administración de empresas o derivados de estas ramas de estudio.

Él era el único con el sueño de ser enfermero y poder ayudar a quienes lo rodeaban, su principal prioridad no era el dinero al contrario de todo lo que su pareja siempre decía.

Se sentía incómodo, no era su clase de ambiente, mucho menos el tipo de gente con la que él convivía, pero sabía claramente que si le pedía a su prometido volver ya a su vivienda, este - que ya se haya un tanto ebrio - reaccionaría de una forma fatal, probablemente tornándose agresivo con él y sus propios amigos.

No quería que su futuro marido quedase mal ante su selecto grupo de compañeros, en una época donde los chismes y calumnias arruinaban la reputación de todo universitario, porque todos buscan su propio beneficio a fin de cuentas.

Mucho menos que se le insultase cuando estuviesen en su apartamento a solas.

Le era imposible olvidar la ocasión en la cual emitió un leve comentario respecto a la política del país frente a su familia política.

Aún podía recordar la cara de repudio que su suegra puso, la mirada de incredulidad de su suegro y los gélidos ojos de su entonces novio fulminándolo con la mirada.

Jamás olvidaría todo lo que se le dijo esa noche.

No pudo evitar suspirar y acomodar sus prendas notando como su ahora ebrio prometido reía de forma estruendosa junto a sus amigos, bebiendo un poco más del caro whiskey que generosamente habían donado como pareja para la reunión de aquel viernes por la noche.

Su mente se puso a divagar respecto a la situación, amaba a su prometido, adoraba a Siren con su vida... pero habían ocasiones en las cuales sentía que solo él era quien correspondía sus sentimientos en aquella relación.

Constantemente el ojizarco lo abusaba verbalmente, claro, era alguien muy torpe y lo había sido desde su infancia, constantemente rompiendo uno que otro vaso en la casa de una de sus tías o accidentalmente rompiendo la ventana de uno de sus vecinos cuando aún vivía en su tierra natal y aún podía jugar fútbol con sus amigos.

Sin embargo, eso no le daba el derecho a su pareja de llamarlo idiota, mucho menos estúpido.

Su tía Mucku era muy comprensiva y nunca lo había insultado al haber causado uno de esos pequeños, al igual que sus vecinos, lo perdonaban siempre y cuando limpiase el desastre y obviamente reponía el daño que había infligido.

Ahora, en su realidad actual, su futuro esposo lo agredía verbalmente, constantemente llamándolo un "imbécil poco cauteloso" si es que por accidente quebraba un vaso mientras lavaba los platos que hubiesen usado en su cena aquella noche, sin preocuparse por su dedo cortado.

O cuando por error llegó a golpear y derramar una copa con vino tinto, ensuciando el fino mantel de su suegra.

Aún recordaba cuánto duró su discusión con su pareja en aquel entonces.

...

¿Era una buena idea casarse con ese hombre?

Rápidamente fue obligado a salir de sus pensamientos cuando sintió el tosco agarre de su prometido en su cintura, haciéndole soltar un pequeño espasmo por la sorpresa pero prosiguió a sonreír de forma plástica nuevamente, acariciando la mano de su futuro cónyuge.

ViolentometroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora