CAPÍTULO VI: LA MUERTE (Arcano Mayor)

207 19 21
                                    

Capítulo VI: LA MUERTE (Arcano Mayor)

Cuando salí del bar me encontré con Nacho sentado en el borde de la acera, tenía sus manos juntas sobre el agujero que había entre sus piernas separadas. Podía ver su cabello despeinado, de seguro se había pasado sus dedos sobre él demasiadas veces en aquellos pocos metros que recorrió.

Había bastante gente fuera del bar, algunos fumando, otros charlando y había alguien vomitando junto al basurero; no quise centrarme en el extraño color que tenía el líquido que salía de su boca. Le eché una mirada al cielo estrellado antes de soltar aire y caminar en dirección a mi ex pareja. El camino se sentía eterno a pesar de que nos encontrabamos a un metro y algo de distancia. Me preocupaba notar que estábamos atravesando otro tipo de distancia, que iba más allá de lo físico, metros o kilómetros.

En cuanto llegué a su lado me senté junto a él. Frente a nosotros pasó un auto a toda velocidad que erizó los vellos de mis brazos. No me miró, pero me sintió llegar y levantó su cabeza para hacerme notar que prestaba atención, con la mirada fija en dirección a la rambla. Ni herido intentaba lastimarme.

Sabía que Nacho era de esa clase de personas con las que muy pocas veces en la vida te llegas a cruzar.

Llevó su mano izquierda a mi rodilla derecha y al instante el calor de su piel abrazó la desnudez de mis piernas. Yo tragué, intentando no sentirme demasiado cómoda. No quería permancer observándolo obsesivamente, pero no me salían las palabras, siquiera sabía qué decir, y era consciente de que no era su responsabilidad romper el hielo. Que me estuviera tocando era algo, a pesar de que no estaba segura de si tan solo lo hacía para consolarme.

Podía oír las olas llegando a la orilla desde donde estábamos.

—También sos la persona más fascinante que conocí en mi vida— confesó, rompiendo el silencio entre nosotros.

Sonreí un poco, pero de todas formas mi pecho ardió, aunque estuviese recorriéndome determinada calidez, quizás era demasiada... Pura contradicción.

Él finalmente me miró, sus ojos parecían detallar cada facción de mi rostro, quizás analizando mi nuevo maquillaje, me lo había hecho Maite antes de salir.

—Ni siquiera sé qué decir— admití. No quería quitar mi mirada de la suya y perderla por siempre. Quería detallar cada color de su iris y recordarlo en cada sueño nocturno o en cada siesta durante alguna tarde de verano.

Él suspiró.

—Estás hermosa.

Sentía la culpa revolverme el estómago y quité la vista de él. Me pregunté si tocaríamos el tema o ambos pretenderíamos que nada había pasado, que no había otro hombre dedicándome sus letras. Yo no estaba muy segura de si le perdonaría aquello si la situación fuese alrevés... Esa era la peor parte. Nada más clásico que un "no hagas lo que no te gustaría que te hicieran". Yo no tenía ni la más puta idea de que, por darle un beso infantil, Romeo iba a hacer una canción con mi nombre, cantarla frente a todo el bar y encima de todo, sin dejar de mirarme a los ojos.

—Perdón. Por todo— fue lo único que conseguí decir.

Nacho retiró su mano de mi pierna y la usó para sostenerse tras él, mientras soltaba aire.

—¿Ya se terminó todo entonces, no?— preguntó.

Y yo quería decir que no. Había algo entre nosotros que no se conseguía en cualquier lado. Él era mi mejor amigo y no podía pretender estar de luto de un día para el otro, porque aquello era terminar, engañarse a sí mismo con que jamás volveremos a saber de la existencia del otro. Pasa en cada vínculo y me parece demencial, como se pasa de estar cada día de tu vida con una persona y, de repente, no volver a verla nunca jamás. Necesitaba contarle si tenía una idea nueva o si mi mundo se caería. ¿Quién más podría cocinar nuestra comida favorita? Nadie cocinaba tan bien como él.

ÓsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora