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A altas horas de la madrugada, el tren se detuvo en algún punto entre Rumania y Hungría, ahí donde las tres monjas bajarían para tomar otro vagón con otro rumbo. Pero se quedarían a descansar en un hotel hasta que llegara la mañana.

Al llegar a la recepción, les atendió una mujer joven, con anteojos y un bobcut que rayaba en lo ridículo.

—¿Ella viene con ustedes? —Preguntó la recepcionista extrañada.

—Si. —confirmó Debra resignada.

—También debe registrarse ¿Cuál es su nombre? —Preguntó la mujer a Valak.

Todo se volvió silencio.

—¿A caso tu mascota diabólica nunca habla? —Preguntó Debra a Irene refiriéndose a Valak.

La recepcionista supo que algo no andaba bien con las nuevas huéspedes, pero no se atrevería a echarlas de ahí viniendo acompañadas por aquella misteriosa criatura.

—Se llama Valak, no es necesario que la ponga en la misma habitación que nosotros, es más, ella puede quedarse en el lobby —dijo evitando llevar con ellas a Valak.

La recepcionista no estaba muy conforme, pero aceptó. Entregó a las hermanas las llaves de su habitación y se fueron a descansar.

Desde su cama, Irene no dejaba de pensar, no conciliaba el sueño.

—Hermana Debra ¿Usted se ha enamorado alguna vez?

La hermana Debra suspiró y respondió afirmativamente, después se dio la vuelta para mirar de frente a la hermana Irene.

—Hermana, usted no está enamorada de Valak, la pócima es la culpable de este enredo.

—Como sea, esto se siente muy bien.

—¡Ay, hermana! —Musitó.

—Alguna vez estuve enamorada de Maurice, y mi devoción fue más fuerte que mi amor por él y nunca di alas a se sentimiento; pero con Valak es diferente, este amor es intenso y desesperante, Valak es divina, misteriosa, es...

—Es un demonio, uno muy poderoso, y usted es una monja, sería un sacrilegio consumar su amor.

—Bendito sacrilegio —Murmuró la hermana Irene.

La hermana Debra dejó la plática, era inútil hacer entrar en razón a la hermana Irene, sólo esperaba el momento de llegar a donde el monje que les dio la pócima y el efecto se revirtiera, entonces todo volvería a la normalidad.

—Es tarde hermana, trate de dormir —sugirió Debra.

—De acuerdo.

Irene siguió en su desvelo, recordando la misteriosa belleza de su amado demonio.

Valak se quedó en el vestíbulo aguardando por Irene, sólo veía pasar las horas y la claridad del día llegaba, entonces ella tendría que desaparecer. Más tarde salían las hermanas y era hora de continuar el viaje.

—¿En dónde está Valak? —Preguntó la hermana Irene.

—No lo sé, estaba aquí hace un momento —replicó la recepcionista volteando hacia el vestíbulo.

La hermana Irene sintió su corazón hacerse pedazos, comprendió que Valak se había ido.

—Debemos continuar —Anunció la hermana Debra.

Ambas hermanas se dirigieron a la estación y esperaron el tren que les llevaría a Eslovenia y después a Italia, donde el amor de la hermana Irene por Valak caducaría sin remedio entre los muros de la abadía.

Bendito sacrilegio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora