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El día y la hora se llegaban, todo terminaría donde mismo que comenzó. La hermana Irene y su inseparable amiga, la hermana Debra se habían aventurado en un largo viaje hasta la abadía de Santa Carta.

La hermana Irene había estado siguiendo a Valak a través de sus visiones, aquel demonio había estado moviéndose por toda Europa dejando sangrientos asesinatos a su paso, y finalmente había retornado a Santa Carta; La hermana Irene tenía claro que debía detener cuanto antes a la monja demonio, y sabía como hacerlo, tenía la pócima necesaria para debilitarla, doblegarla y sellar el portal.

—Hermana ¿Está segura que esto va a acabar con Valak? —Cuestionó la hermana Debra que observaba la burbujeante botella frente a su cara.

—Eso espero, un monje solitario, devoto de San Cipriano, la ha preparado. Esta pócima tiene poderes inimaginables, moldea la voluntad de quien es ungido con ella, acaba con la maldad del corazón y obliga al ungido a decir la verdad sin resistirse.

—Interesante. Entonces entremos.

Las hermanas tenían bien ensayado un plan desde hace tiempo, La hermana Irene se presentarían ante Valak, la distraería en una pelea mientras la hermana Debra se preparaba para ungirla, entonces la convencerían de volver al infierno, acto seguido cerrarían el portal, todo estaba claro ¿Que podía salir mal?

Llegaron hasta un despejado y amplio patio adoquinado, finas gotas de lluvia caían del cielo nocturno y la luna llena se asomaba intermitentemente entre la negrura de los nubarrones.

—¡Valak, te invoco! —gritó la hermana Irene. 

Una decena de diabólicas monjas aparecieron, marchaban en doble fila, se abrían unas hacia la izquierda y otras hacia la derecha, rodeando el patio mientras Valak hacía su escalofriante entrada.

—No te tengo miedo, demonio —dijo Irene para molestar a Valak.

Valak enfureció y se abalanzó sobre la hermana Irene, la prensó fuertemente del cuello y la levantó, aunque con ligero temor, pues la última vez que hizo eso, la atrevida mocosa le escupió sangre de Cristo.

La hermana Debra sabía que era momento de actuar, salió de su escondite y corrió con la pócima en mano, esquivando a las fantasmales monjas sin rostro, como si de un partido de fútbol americano se tratase, ahora tenía que dar su mejor pase, lanzó el frasco para que Irene lo atrapara, pero su puntería falló. Aún así, el plan no iba tan mal, el frasco de la pócima se hizo añicos en la frente de Valak, quedó salpicada tanto como Irene.

En ese momento el tiempo pareció detenerse, Valak sintió un impulso eléctrico intenso que revivió su demoniaco corazón; notó lo hermosa que era la hermana Irene, su mirada inocente, su pequeña boca y ese cuerpo delicado le tenían bajo un hechizo. Para la hermana Irene fue choqueante descubrir el encanto de aquellos ojos amarillos y brillantes de Valak, su piel pálida y aquellas manos que sujetaban como pinzas de hierro le ponían a sudar frío, pero más incomprensible fue aquel impuro pensamiento de imaginar qué tal besaría aquella boca manchada, sangrienta y de afilados dientes. Ambos compartían enamoradas miradas.

—¿A caso nadie me ayudará? —Reclamó la hermana Debra interrumpiendo la escena. —O de menos explíquenme que rayos está pasando.

—Tal vez Valak no sea tan mala —Afirmó Irene, después se dirigió inquirente a Valak. —¿Mala? ¿Malo? ¿Qué eres?

Valak se encogió de hombros, no sabía que responder a aquella pregunta, ni siquiera era un ser humano.

—¿Qué dices? —Preguntó Debra con una expresión de verdadera confusión.

La hermana Debra tenía una confusión tremenda, con cara de preocupación hurgó entre los cristales rotos del frasco de la pócima, algo malo debía haber ahí.

—¡Ay, Dios mío! —exclamó la hermana Debra cuando se dio cuenta de la pequeña confusión.

La joven de color volteó hacia donde la hermana Irene aguardaba y lo que vio le revolvió el estómago, era nauseabundo ver a Valak y la hermana Irene a punto de juntar sus labios.

—¡Hermana! —La reprendió Debra separándola del demonio.

—Estoy enamorada, hermana Debra —dijo Irene con la mirada perdida.

—Escúcheme con atención, creo que aquel monje nos dio la pócima equivocada, esta es "Amor instantáneo", no "Doblega demonios", los efectos son similares, así que aún podemos hacer algo... Sólo ordene a Valak volver al infierno, bajo los efectos del amor no dudará en obedecer.

—Ese es el problema, hermana, no quiero que Valak vuelva al infierno, quiero que esté aquí conmigo.

La hermana Debra puso su más atónita cara, era una mezcla de sorpresa, molestia y desesperación.

—Vamos a buscar a ese monje fraudulento y que nos de el antídoto, debemos acabar con este malentendido —Sugirió Debra llevándose consigo a la hermana Irene.

Valak se sentía bien con aquel sentimiento, no quería separarse de la hermana Irene, y su impulso fue ir tras ella, siguiéndola de cerca sin quitarle la mirada de encima.

—No, no, no —dijo molesta la hermana Debra para Valak. —No vamos a llevar con nosotras a una monja de dos metros, con cara de muerto y  tan sádica como ella misma.

Valak puso una cara de ternura que acabó por convencer a Debra, aunque no del todo. Más arrepentida se sintió la hermana de oscura piel cuando tuvieron que tomar el tren y su peculiar acompañante infernal se robaba la atención y miradas de los demás pasajeros. Así transcurrió el primer tramo del viaje de regreso.

Bendito sacrilegio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora