Capítulo 1: Amelie Snare

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Antes de partir de Silver Fir Village, mi pueblo natal, en busca de mi primo John; mis padres me dieron parte de lo poco que teníamos en la granja; incluyendo el flacucho caballo de la familia, Willow, una pequeña barra de pan duro, una bota echa con el cuero de la vaca que falleció el año pasado; llena de agua tibia y un par de monedas de plata para poder comprar un poco de comida cuando se me acabe el pan para después comenzar a robar, como bien me había enseñado mi tío desde que tengo uso de razón...

Tengo 17 años recién cumplidos, el pelo largo y un poco ondulado por las puntas; de color moreno claro. Mis ojos son grandes y del color de la madera tostada, no tengo los pómulos muy pronunciados (lo cual es un alivio ya que no le veo atractivo alguno) y mi mentón del tamaño correcto. Mido más o menos nueve palmos y no estoy ni muy esquelética ni muy ancha; me considero normal. Como cualquier chica se debería considerar.

Nunca fui una chica demasiado afeminada. Siempre me gustó montar a caballo, cazar, jugar en el bosque y sobre todo, ayudar a los míos en todo lo posible para no tener que llegar a pedir ningún préstamo al rey.

Mi tío, el padre de John, aparte de enseñarme a robar en los mercados de las ciudades y a las personas "importantes" y a luchar con la espada, también me enseñó a cazar con un arco improvisado y sobre todo, a fabricar, diseñar e imaginar trampas (como mi apellido indica). ¡Ah! Las trampas... no hay cosa que mejor se me dé y que más me guste que eso. A mi primo también se le da aceptablemente bien; pero nunca me ha podido superar en este tema aunque sí en la lucha cuerpo a cuerpo al estilo de...la fuerza bruta.

Mi primo...John...le echo muchísimo de menos...

Recuerdo la última noche que le vi...

FLASHBACK

- ¿A dónde vas Johnny?- preguntó una Amelie de casi 11 años.

- ¿Qué haces aquí Amy? Vas a coger frío aquí fuera...- me dijo un John de 14 años recientes.

- Es que madre tiene mucha tos y me ha pedido que le traiga un poco de agua de la fuente...

- Ah...ya veo...

- ¿A dónde vas primo?- pregunté más seria.

- Tu...tío...ehmm...necesita que le traiga bellotas del mercado... ¡sí!, eso es...

- ¿Para qué?- pregunté extrañada.

- Para la cerda, es que va a tener pronto los lechones; y si queremos ganar dinero al venderlos tienen que estar muy sanos.

- Ahh... ¿volverás pronto verdad Johnny?

- Tú tranquila primita; estaré bien...

Y una vez dijo eso, se fue por el camino hacia el pueblo cercano y no le volví a ver...

FIN DE FLASHBACK

Decidí ir a buscarle hace dos semanas porque mi tío había enfermado y yo bien sabía que nada le vendría mejor que la vuelta de su amado hijo. No fue el mismo desde que John desapareció... y yo tampoco.

Desde que no le volvimos a ver, no solté ni una lágrima y me dediqué a entrenarme aprendiendo de mi tío todo lo que tenía que saber sobre las trampas y la lucha con espada dejando a un lado todo lo que normalmente hacían las muchachas de mi edad que únicamente se dedicaban a mirar con ojos de cachorro a los muchachos trabajando o a cuchichear o a alguna estupidez similar que no tuviese ninguna mísera utilidad para ayudar al pueblo.

Ahora me encontraba en dirección al pueblo de Sherwood; donde vivía el príncipe Juan, canalla de los canallas, impetuoso, arrogante aunque con algo de atractivo... y donde algunos contactos me comentaron que habían visto por allí a mi primo mayor...

Para llegar a mi destino tenía que seguir un largo camino de unas doce millas de distancia sin contar curvas, pueblos de por medio y cómo iba yo a mantener al pobre Willow en pie durante todo el trayecto...

Llevábamos ya la mitad de camino y estábamos totalmente agotados por eso paramos en una coqueta posada donde por nada más y nada menos que una moneda entera de plata nos dejaron quedarnos a pasar la noche incluyendo comida para mí y mi corcel. Estaba claro que tendríamos que darnos prisa en encontrar a John o nos veríamos obligados a empezar a robar y a dormir al aire libre (que tampoco estaba tan mal, vamos a ser claros).

Dejé a Willow en el establo donde le puse un gran barreño con agua y suficiente heno como para que a la mañana siguiente estuviese como nuevo.

Después de eso, me metí en la posada y de ahí a mi habitación donde el muchacho botones, me había dejado mi ligero equipaje encima de la cama donde me senté para quitarme las botas y ponerme como ropa de noche una ancha camisa, cómoda y suave, de mi padre que me quedaba como un camisón.

Me metí en la cama y con un gran bostezo, me dormí.

A la mañana siguente, me desperté muy temprano para poder coger un buen desayuno y que no me cobraran más de lo que debían por la estancia en la posada.

Me puse una camisa limpia blanca que se ataba en un nudo por delante del pecho, los mismos pantalones marrones que llevé el día anterior y, por supuesto, las mismas botas. Me peiné bien el pelo y lo recogí en una larga trenza de espiga con algún que otro pelo rebelde suelto, no todo es perfecto ¿no?, y bajé las escaleras de madera intentando no hacer mucho ruido y no sin antes dejar bien recogida la habitación y ventilarla un poco.

Al llegar abajo, me senté en una banqueta donde pedí mi desayuno y encontré a algunos hombres ya mayores despiertos y comentando las noticias que habían oído por ahí. Yo, obviamente, escuché su conversación bien atenta.

- El príncipe ha subido de nuevo los impuestos en Sherwood, Autumnville y Yellow Birch village...- se quejó el hombre de mayor edad, regordete y con una larga barba blanca y gris que le aportaba un aspecto amigable.

- No puede ser... a este paso nos quedaremos sin apenas nada...tendré que trasladar a mi familia a otro sitio que todavía no tenga esas barbaridades de impuestos porque si no... nos veo teniendo que pedir préstamos... y eso sí que no nos lo podemos permitir...-murmuró otro de edad más o menos igual a la de mi padre.

- Eso es lo mejor que puedes hacer amigo mío; antes de que el príncipe también prohíba las mudanzas o aumente el coste de las fronteras...

- Bueno, cambiando de tema...- dijo otro un poco más mayor que el segundo.- dicen que han visto a Robin Hood acompañado de otros tres muchachos; algunos dicen que han sido raptados por este y otros que están compinchados...

Esto nuevo me llamó bastante la atención; ya había oído hablar de Robin Hood...un ladrón de más o menos la edad de mi primo y que vivía en... ¡Sherwood! Me levanté rápidamente de la banqueta y le agarré por el hombro al tercero de los hombres.

- ¡¿Sabes cómo se llaman o cómo son esos muchachos que acompañan a Robin Hood?!- le pregunté alarmada.

- Sí...claro...ehemm- decía interrogante y también asustado por mi reacción- creo que eran Michael...Hack, me parece, ehemm..., Henry Swift, y... ¡ah!, ¿cómo era...?

- ¿Y...? por favor, es muy importante...- tenía una corazonada que me hacía saber lo que el hombre iba a decir...

- ¡Ah! Es verdad. Al otro le llaman, Little John...

No podía creer lo que acababa de llegar a mis oídos. ¡Mi primo había sido raptado por ese maldito granuja de Robin Hood!

Rápidamente corrí hacía los establos con mi equipaje, empujando a las personas que tenía por medio y cogí a Willow sobresaltándole y llevándole al camino que nos llevaría a nuestro destino.

Puse lo más rápido que pude el equipaje en su sitio y montándome en mi corcel comencé a cabalgar hasta el pueblo de Sherwood en busca de Robin Hood y por ello, de mi primo.

AMELIE SNAREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora