41. Abril

19 7 4
                                    

Me costó muchísimo conciliar el sueño

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me costó muchísimo conciliar el sueño. Tener a Andrew en la misma habitación, en la cama de al lado, tan cerca pero a la vez tan lejos hacía que mi cuerpo estuviera en tensión. Estaba intranquila, nerviosa porque todo mi cuerpo quería reclamar su atención; deseaba que se despertara por la noche, que se tumbara en mi cama y me abrazara hasta quedar profundamente dormidos. Pero él me daba mi espacio, aún no habíamos roto el pequeño muro que había entre los dos y Andrew no quería hacer nada antes de tiempo; supongo que no quería cagarla otra vez y en realidad se lo agradecía.

Me despertó por la mañana un suave y delicioso aroma de café y tortitas. Aún en pijama, me levanté, me coloqué una manta por los hombros y me acerqué a la cocina dónde estaba Andrew preparando unas deliciosas tortitas con sirope. No se había dado cuenta de que me había levantado, así que aproveché para observarlo con detalle; tenía la espalda algo más ancha que hacía dos meses, así que sospeché que se había pasado horas en el gimnasio. Llevaba puesto el pantalón del pijama y una sudadera gris ancha pero que le quedaba genial. Me fijé en sus cabellos despeinados, en sus ojos medio cerrados por el sueño, sus labios entreabiertos mientras echaba sirope encima de las tortitas... me habría encantado seguir observándole y deleitándome con las vistas pero mi estómago decidió hacer acto de presencia; rugió como un león hambriento y Andrew se giró con la boca abierta de sorpresa.

—¡Pensaba que nos estaba atacando un oso! —exclamó echándose a reír—. Buenos días Abril, ¿has dormido bien?

Tragué saliva y asentí. La electricidad que recorrió mi cuerpo cuando escuché mi nombre en su voz ronca hizo que me temblaran las rodillas. Cogí uno de los platos y la taza del café y me senté en la mesa sin decir ni una palabra; temía que mi voz sonara demasiado temblorosa, no quería que él se diera cuenta del efecto que aún tenía su voz en mi cuerpo.

Andrew se sentó delante de mí y me estuvo analizando con la mirada; estaba segura de que se había dado cuenta de que estaba muy nerviosa.

—¿Estás bien? —asentí y él sonrió—. Te he preparado café con leche y he espolvoreado chocolate, del de verdad y no de aquel chocolate raro que tenía sabor a canela.

Maldito Andrew. Lo fulminé con la mirada y él se echó a reír, no pude evitar reírme yo también al recordar aquel día que casi vomito al beber el café con canela.

—Idiota —mascullé entre risas.

—Lo del café con canela pasará a los libros de historia. Los niños del futuro aprenderán cómo una joven catalana le echó kilos de canela al café pensando que era chocolate.

—No estaba bien indicado, ¿vale? —me defendí.

—Te tendré que regalar unas gafas para que puedas leer bien las etiquetas.

Rodé los ojos y le saqué la lengua mientras él seguía riéndose y comiendo sus tortitas. Qué fácil era reírse con Andrew, había echado tanto de menos reírme con él... suspiré y llevé el plato a la cocina para lavarlo. Escuché como entraba detrás de mí y ponía su plato en la encimera mientras se colocaba a mi lado, escudriñándome con la mirada.

Siempre nos quedará Londres #1  #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora