𝐅𝐚𝐦𝐢𝐥𝐲 𝐥𝐢𝐧𝐞

Capítulo 3

Amor o deber, no podía escoger ambos.

Atsushi solo deseó algo desde pequeño y fue ser un rey honorable asi cómo su padre lo era y su abuelo lo fue antes de él, quería hacer sentir orgullosos a sus ancestros, deseaba demostrarle a todos lo capaz que era desmintiendo lo que alguna vez dijeron de él, que no condenaría a su reino a la miseria, que no sería un error elegirlo como futuro gobernante, que no sería tan incompetente cómo los reyes que se guiaron por sus emociones banales y trajeron maldición a su familia.

Atsushi quería ser alguien con derecho a vivir cómo hijo del rey.

Cierra con fuerza la puerta de su habitación detrás de él ignorando a Kunikida y lo que fuera que quisiera decirle, no le queda energía para lidiar con el mundo. Toca sus labios trayendo a memoria el recuerdo del calor que antes hubo en ellos, deja caer sus párpados ante su cansancio y se desliza por la madera hasta quedar sentado de modo que siga apoyando su espalda en la puerta. Cubre su rostro con sus manos y masajea sus párpados trayendo algún tipo de alivio a sus ojos que ardían, quiere llorar, gritar o hacer algo para dejar salir todas esas emociones que le están revolviendo el estómago, no obstante, es algo que no haría un futuro rey. Va a casarse dentro de un año, sería coronado a los veinte y aún estaba enamorado de la persona que se suponía lo odiaba la última vez que se vieron. Aleja sus manos de su rostro y exhala cayendo en cuenta que todo caía sobre sus hombros, que no podía hacer nada para que sus decisiones no salieran dañando a los demás y a él en el proceso.

-Mierda, mierda, mierda, mierda. - susurra como mantra mientras se pone de pie. Necesita encontrar una manera de arreglar lo del beso para que el duque no lo tomé como una declaración de amor aún si lo fue.

Lo pensaría por la mañana porque en ese instante lo único que desea es olvidar sus deberes y deseos junto con lo mucho que se contradicen entre ellos. Debe madurar, ser fiel a sus valores antes que a cualquier sentimiento de pertenencia y amor hacia cualquier otro que no sea su futura esposa.

Esa noche sueña con Ryunosuke jugando con un niño qué le dice padre y se siente el mismo por primera vez en mucho tiempo.

Atsushi abre con lentitud sus párpados extrañamente pesados, por alguna razón su corazón desea que la silueta borrosa qué se encuentra en su campo de visión pertenezca a la persona en sus sueños pero se halla un poco desilusionado cuando su visión se vuelve nítida y reconoce a la persona como su padre. Los ojos azules del mayor están invadidos de aflicción y eso acongoja su corazón por la culpa que persiste en él, nunca le ha gustado ser la razón de la preocupación de sus padres por eso a lo largo de los años intento no ser un problema o una carga pero de alguna manera siempre termina siéndolo. Nudillos blancos, suaves y delgados acarician sus mejillas pálidas con delicadeza como si fuera sumamente frágil ante cualquier roce brusco, Atsushi nunca tiene suficiente de esas caricias que lo hacen momentáneamente olvidar el dolor arraigado a su pecho.

Durante su niñez los nobles estaban aterrados de que un niño como el príncipe que poseía una apariencia tan delicada fuera el alfa que sería su próximo rey por lo que le imploraron a su padre que esté niño fuera educado por el devoto obispo de la diosa luna. Su padre el rey no era devoto a la luna y su otro padre tampoco pero había accedido porque los nobles habían advertido que si el príncipe no era confiable tendrían que elegir a otro para tomar su lugar. Atsushi pudo culpar a sus padres por el infierno que vivió bajo las enseñanzas del obispo y sus fieles pero ellos también sufrieron, ambos progenitores habían intentado que saliera de ese infierno pero los nobles solo insistieron que eso lo haría un heredero digno. El rey se volvió loco durante ese periodo de tiempo gracias a que aún si se suponía era el hombre más poderoso del reino no podía hacer nada sin que los miembros de su consejo lo aprobaran o de lo contrario la cabeza de Atsushi y todos en el palacio corrían peligro.