Sicario

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Yuta, era parte de una de las familias de yakuzas más importantes del país, llamada, el clan Gojo.

Yuta, tenía como misión, asesinar a los enemigos del clan y cuidar de Yuji, un chico universitario, amable y bueno, que había conquistado, sin proponérselo, al más sinvergüenza y jefe del clan, Gojo Satoru. Y no solo lo conquistó, si no que, ambos estaban casados.

No es que a Yuta le molestara ese matrimonio, todo lo contrario, el pelinegro deseaba la felicidad de su Tío Gojo, pero aún así, no comprendía como alguien tan bueno como Yuji, se enamoró de semejante... excéntrico espécimen.

Respetaba a su Tío, pero se debía aceptar que ese hombre, estaba completamente loco, tenía los cables pelados en esa cabeza, le faltaban palos en el puente, deschabetado, maniático y todos los sinónimos que se pudieran encontrar, para definir locura.

En fin, Yuta, no se quejaba de su trabajo, era feliz. Además gracias a Yuji, conoció nuevos amigos. Megumi, Maki, Panda y Nobara. Otras excelentes personas.

Solo habia un problema. Para Yuta no habían rivales, era demasiado fuerte, por lo que matar a sus enemigos era muy fácil. Se aburría como una ostra.

Hasta que un día, llegó del trabajo y se sentó a descansar, en el sofá de su departamento. A pesar de estar cansado, alcanzo a sentir por una milésima de segundo, unas intenciones asesinas. Yuta, por primera vez, se sintió emocionado.

Antes de ese momento, absolutamente nadie, había logrado llegar hasta su casa.

—¿Hasta cuando vas a seguir escondido, señor sicario? —dijo Yuta mirando detrás de él con ojos oscuros y emocionados.

Fue cosa de un segundo, cuando una pequeña figura se deslizó, desde atrás. Yuta al tener excelentes reflejos, alcanzo a esquivar una puñalada directa a la garganta.

—wow, eso estuvo cerca. Por cierto, eres realmente increíble. Además el primero que ha logrado acercarse a mí.

El chico tenía oculto su rostro con una mascarilla y una capucha negra. Aún así se podía ver algunos mechones albinos.

—¿No dirás nada? ¿O es que tienes miedo?
¿De qué grupo vienes?

El albino, giro el cuchillo de su mano y volvió a atacar. Esta vez Yuta, no se lo esperó, por lo que fue especialmente agresivo. Tomo la mano del sicario y la puso detrás de la espalda.

—dejame verte mejor —dijo Yuta.

Y este, le saco la capucha, la mascarilla y no tan importante, el cuchillo que traía el chico.

—...

Era endemoniadamente hermoso.
¿Que rayos? 

—¿Es requisito ser lindo en tu grupo, para ser sicario? —solto Yuta sin pensarlo.

El albino, giro su vista y lo fulminó.

—Esa mirada violeta tuya, más que asustarme, está provocando otra cosa. Te recomiendo cambiar de táctica, si quieres aterrorizarme.

El sicario, gruño, mostrando los colmillos.

—Eres joven también. Tienes talento. No deberías desperdiciarlo, únete a nosotros.

El albino, volvió a mirarlo. Esta vez le sonrió y Yuta por un segundo se quedó pasmado. En ese momento, el albino aprovecho la distracción y se liberó del agarre.

—Te repito, eres bueno, no tires tu vida a la basura. Realmente no te quiero matar. Pero si me obligas, no tendré más opción.

El chico, miraba la estancia, como buscando algo que pudiera ayudarlo.

—Si te mueves, será lo último que hagas —amenazo el pelinegro — No tienes escapatoria, estamos en altura y tu única opción es lanzarte por la ventana, pero eso sería un completo disparate —explico Yuta— ¿Entonces que vas a hacer?

—Comprendo —dijo el albino.

Hasta su voz es linda, pensó Yuta, pero ¿A qué se refería con que "comprendía"?

Lo que hizo el chico a continuación, fue algo completamente inesperado.

Se dirigió a la ventana, la abrió de golpe y salto.

—¡Estás loco! —dijo Yuta, ante semejante acción.

¿Ahora que iba a hacer? La limpieza no era algo fácil o que le agradara.

—Menos mal, es de noche —suspiro Yuta, acercándose a la ventana para mirar hacia bajo.

Yuta quedó estupefacto al ver, que no había ningún cuerpo. No había cadáver. Nada. Absolutamente nada.

En eso llega Megumi, que queda sorprendido al ver a Yuta reírse a carcajadas.

—¿Sucedió algo bueno? ¿O ya te volviste loco, como tu tío?

—Estamos en el octavo piso. Es imposible —reia Yuta, sorprendido —Megumi, averigua de quién es, este cuchillo —dijo Yuta, entregándoselo en las manos.

—¿Que piensas hacer, matarlo?
—No. Pienso hacerlo mi esposo —dijo Yuta, con la mirada oscura.
—Si te acuerdas que te acaban de intentar matar ¿Verdad? ¿Porque querrías hacerlo tu esposo?
—¿Porque? Pues fácil. Me enamoré de él —dijo Yuta sonriendo.

Fin.

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