CAPÍTULO 2.

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—¿Qué diablos te pasa Anastasia? Llevas una semana tirada en esa cama, ¿Siquiera te has bañado?— La voz de Lil retumba por todo el cuarto en penumbras.

—Déjame en paz Lilibeth— Gruño tapándome con la cobija. Escucho como rueda las pesadas cortinas de mi habitación y maldigo.

—Cuando Nana Bertha me dijo que no habías salido de tu habitación en semanas creí que estaba exagerando, pero esto parece un puto cochinero— Oigo el disgusto en su voz.

—Vete y así no tendrás que lidiar con eso.

—Levántate ahora mismo o no respondo Anastasia— Me acurruco más bajo las cobijas rezando para que se vaya y me deje envuelta en mi miseria— Bien.

Suspiro aliviada cuando oigo sus pasos alejarse, no pasan ni dos minutos cuando siento que jalan mi cojida y seguido de esto mi cuerpo se congela.

Literalmente.

La muy perra me ha tirado un maldito balde de agua helada encima, instantáneamente empiezo a temblar.

—A ver si espabilas, pajarito— La miro a través de mis pestañas y podría jurar que si las miradas pudieran matar Lili ya estaría tres metros bajo tierra.

Profesando maldiciones a diestra y siniestra me obligo a caminar hasta la ducha abriendo a tope el agua caliente, no me sumerjo en ella hasta que no está hirviendo. Tal vez el escozor me recuerde que aún sigo viva.
Siento un nudo en mi garganta más éste no sé disuelve, ninguna lágrima cae, no siento... Nada.

—Maldita sea— Oigo como Lil entra en la ducha cerrando el agua y al instante esta deja de impactar contra mi cráneo, me jala por la muñeca y estoy muy cansada como para objetar.

Me seca, envuelve mi cabello en una toalla pequeña y me deja en medio del baño con la mirada fija en algún punto, viendo sin ver, regresa con un pijama afelpado de pantalón y camisa manga larga y unas bragas.
Como un títere dejo que me ponga todo y luego me lleve de nuevo a la cama, ya no está mojada.

—¿Estás tomando tus pastillas Annie?

Rio para mis adentros. Malditas pastillas, odio tomarlas, cada vez que lo hago es como si viviera en una jodida nebulosa.

—Lo dejé hace unas semanas— Mi voz es apenas un susurro audible.

—¿Que fue lo que pasó Annie, que desencadenó esto? Estabas... Estabas bien...— Su voz se quiebra un poco al final de la oración y me odio por eso.

Y le cuento todo. Hasta la verdadera razón por la que empecé mi obsesión.

—Entonces es eso...— Asiente con la vista fija en la pared— Bien levántate de ahí ahora mismo— Dice poniéndose de pie y tirando de mi cobija nuevamente.

Me siento en la cama frunciendo el ceño.

—¿Qué pretendes?

—No pasaste cinco jodidos años detrás de ese hombre para que rindas tan fácil— Me mira con su ceja arqueada y prosigue luego de una pausa— Ahora, vas a encontrar el jodido vestido más sexy y apretado que tengas, vas a maquillarte y arreglar tu cabello hasta que parezcas una zorra cara.

—¿Y luego de eso qué?— Sigo sin entender su punto.

Me da una sonrisa tan aterradora como la del gato en Alicia y el país de las maravillas.

—Luego, cariño, vas a subir a tu Bentley, manejarás hasta su puto edificio y vas a hacer que se ponga de rodillas— La miro escéptica, se acerca y toma mi barbilla mirándome a los ojos— Nadie puede jugar contigo Anastasia, vales mucho.

La obsesión de AnastasiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora