.Gina Roberts
Hace un mes que desperté en una cama que no era la de un hospital sin saber ni mi propio nombre. Fue como volver a nacer y tener todo en blanco. Una segunda oportunidad, un nuevo comienzo, dónde no queda nada. Y sin embargo esos orbes peligrosos estaban ahí junto a mí para recibirme a la vida.
Su voz rasposa me persigue en pequeños flashback de cuando estaba inconsciente, no sé si es real o solo producto de mi imaginación. La sentencia de que soy solo suya, para romper, para usar, al igual que el enorme anillo que puso en mi dedo así como su semilla que germina en mi vientre.
Es extraño tener una vida dentro de mi y más aún no saber cómo si quiera llegó ahí.
Y no sé si me gustaría recordarlo por más que mi conciencia se muera en el fondo por saber todos los detalles sórdidos y perversos, de cuando me follo ese hombre.
Dicho con sus propias palabras. Mentiría si dijera que sentí un alivio tremendo cuando dijo que no me tocaría por el embarazo. Era como una mezcla de decepción que ni sabía el porque. Aunque aún seguía reclamando mis labios, cada día robándome el aliento y dejándome con ganas de más.
Antonio Santino, maldito Santino, demonio Santino, es un italiano de metro noventa, contextura musculosa como una pared de ladrillos que se esconde en trajes hechos perfectamente a la medida. Orbes oscuros que me devoran por cada paso que doy, haciéndome temblar, con una cicatriz encima de su ojo derecho que no le quita el magnetismo que lo caracteriza.
Soy su prisionera y el es mi verdugo. Pero estoy decidida a escapar desde que escuche que él me apuñaló. Cicatriz que llevo en mi vientre como una marca de que pueda ser verdad.
La mansión tiene un bosque amplio que no tiene fin desde mi ventana y los guardias armados hasta los dientes se pasean a la misma hora.
Nadie nota cuando bajo, tengo la capacidad de ser silenciosa desde niña. Y corro como si me fuera la vida en ello.
No me detengo ni cuando mi corazón duele, al igual que mi cabeza, ni siquiera cuando pierdo uno de mis zapatos y me raspó los pies en el proceso.
No sé de dónde sacó la fuerzas para seguir.
Hasta que escucho su voz a lo lejos y me paralizó.
- Frío, frío- se burla demasiado cerca de mí haciendome temblar y casi me parto el cuello buscándolo entre las sombras mientras tocó mi enorme vientre que apenas me deja avanzar lo suficiente rápido.
- Déjame ir- grito suplicando y su respuesta es un carcajada que resuena en el sombrío bosque como una pesadilla, haciendo eco. - ¡Estás completamente enfermo!- vuelvo a gritar esta vez con ira no queriendo seder y continúo avanzando, pero piso en falso y espero el golpe inminente mientras trato de proteger mi vientre pero nunca llega ya que sus brazos me atrapan y cubre mi boca con una de sus grandes manos absorbiendo mi grito de susto.
- Caliente, caliente querida esposa- declara con un brillo sádico en sus ojos.
- mmmm- reclamo arañando sus brazos para que me deje hablar y eso hace sin soltarme- ¡No soy tú esposa! Déjame ir- grito histérica removiendome, pero es en vano ya que me carga a estilo nupcial y camina de regreso a la mansión en silencio ignorando mis protestas y la manera que lo araño y lo insulto.
- Tú eres un maldito monstruo, me apuñalaste- grito en su cara y por fin obtengo una reacción de él, el cual me da toda la atención.
- Recuerdas- no sé qué hacer ante la esperanza en sus ojos que me deja muda y confundida.
- ¿Tú lo recuerdas?- me baja sobre mis pies y toma mis mejillas entre sus manos acariciando mi pelo. Quiero apartarme pero su agarre es fuerte y sus ojos tienen algo que me hechizan.
Como una calma, algo que me llama y hace que mi corazón se acelere sin motivo alguno que pueda explicar.
- Yo escuché- tartamudeo- Escuché hablar a uno de los guardias- aclaro y sus iris cambian completamente de vuelta a la máscara indescifrable de antes, jalandome de vuelta a la habitación pero esta vez se asegura de cerrar con llave aún cuando golpeo y lloro.
- Te odio, un día saldré de aquí- grito con todas mis fuerzas.
Pero el silencio absorve mi voz y sus pasos se alejan dejándome completamente sola.
#
No sé cuánto pasa cuando me quedo dormida sentada frente a la ventana, pensado en todo. Hasta que el sol se oculta y me quedo absorta en el atardecer y en sus colores.
Si recordara algo de mi pasado todo fuera tan simple, pero ni si quiera mi nombre es de ayuda. Es como si mi mente hubiera decidido bloquear todo como un mecanismo de defensa. Según el doctor yo era un caso de mil que se dan en el mundo y debía agradecer estar viva.
Pero quién quería vivir con un hombre así como carcelero.
Lo observó salir y mirar hacia la ventana por lo que me pongo erguida y mantengo el peso de sus orbes no queriendo seder.
Nunca sedere
Puede que no recuerde nada de mí pero he aprendido que mi yo real puede ser terco como una piedra.
Santino sonríe sacando su precaminosa lengua de manera juguetona sobre sus labios y tengo que apartar la vista con el corazón acelerado, culpando a la ira, la impotencia y no a ese algo que me produce y no puedo explicar.
El sonido de su auto me hace regresar a la ventana viéndolo marchar.
Pero esta vez no regresa más tarde, ni al día siguiente, ni la próxima semana.
Y por más que le pregunto a la servidumbre que trae mi comida siempre obtengo la misma respuesta.
"El señor le dirá cuando regrese"
A la mierda, estoy que trepó por las paredes en este encierro y mi vientre está aún más hinchado, anunciando que pronto daré a luz.
El hijo de ese demonio
Mi hijo, mi salvación, mi esperanza para querer salir de aquí antes de que decida regresar y me haga su esposa.
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Reina sin memoria
Romance¿Qué es peor que no recordar ni tú propio nombre? Gina despertó en una cama que no era la de un hospital sin recordar nada, embarazada, con un anillo en su dedo y un bebé de un mafioso controlador que dice que ella es solo suya. Un año después per...