3- Solo tú calentaras mi cama

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Antonio Santino

Verla allí en ese vestido negro fue como una de las mejores fantasías que nunca pude imaginar. Gina es la personificación propia de mi Afrodita con curvas perfectas que mis manos y mi mente recuerdan claramente, así como mi polla que se ajita inquieta con solo una mirada de esos ojos.

Ella puede engañarse así misma, incluso a su mente, pero nunca a su cuerpo. Sé que el me recuerda y estoy ansioso por hacercelo saber de mil maneras posibles. Ese fuego en su mirada sigue ahí, disfrazado con miedo, pero está más vivo que nunca. A su lado está mi maldita hermana y por más que quiera asesinarla ahora mismo, que Gina este a su lado me calma.

Aunque reconozco el comienzo de un ataque de pánico en el momento justo que sus manos caen hacia su vestido y  me apresuró importandome poco los númerosos invitados de la organización así como la voz de Ivanna llamándome.

Ivanna Kilsen la princesa de la mafia rusa y mi futura esposa dentro de unas horas solo por un pacto de sangre de nuestras familias. Ella estaba clara con eso y con el hecho que le dije que tendría otra esposa, aunque aún ella no sabía quién es y así era mejor. Una vez que estuviéramos casados yo le daría la libertad que su familia no le dió y me quedaría con Gina como mi única y verdadera mujer.

Pero para ello mi suegro no debía saber nada, no contaba con el hecho de que mi hermana hiciera esto y asaltara una de mis casas. No sé que juego está jugando, pero va a correr mucha sangre.

- Te tengo preciosa- susurro en su cabello antes de que sus ojos se cierren y la cargo al estilo nupcial no sin antes darle una mirada a mi hermana y a su perra faldera.

- Las quiero a las dos en mi despacho en cinco- gruño y me voy antes de que Ilias Kilsen el padre de Amelia me intercepte.

Importandome poco el caos que se desata con cada paso que doy ni mi nombre siendo gritado. Justo antes de entrar a la casa le ordenó a mi mano derecha que se encargue de todo.

- No dejes entrar a nadie exepto a mi hermana y a Siena-

Dixon asiente formando una ilera de guardias en la entrada principal y me siento aliviado ya cuando pongo un pie en la mansión con Gina en mis brazos y la llevo directo a mi habitación esquivando a la servidumbre para situarla en mi cama.

El vestido negro es como uno solo en mis sábanas negras, haciendo que su piel blanca resalte así como su cabello. Es tan hermosa que podría mirarla toda una eternidad, sea como sea. Y es mía, hasta su última gota de sangre. Toda mía.

Me acerco colocando un mechón tras su oreja, justo cuando sus ojos empiezan a revolotear volviendo en si pero de su boca sale un susurro que hace que el demonio dentro de mí se desate.

- Hudson- repite su dulce voz recordándome que no solo se trata de mi imaginación.

Cómo puede recordar a ese bastardo y a mi no -

Me niego a que pronuncie el nombre de otro hombre que no sea yo por el resto de su vida. No importa si tengo que arrancarle las palabras. Eso me vuelve loco, y mi parte irracional me hace que la tome por el cuello y apriete, no con la suficiente fuerza pero si para hacerle saber que estoy aquí.

Y disfruto como sus ojos vuelven en si directamente en los míos con sus pupilas dilatadas. Sus manos arrañan las mías, desesperadas, luchando por respirar al igual que sus piernas que inmoviliso con mi peso encima de ella sin llegar a aplastarla.

Puedo saborear su miedo, su deseo de respirar, todo de ella. Algo dentro de mí desea saber hasta dónde puede llegar pero en cambio la libero y le doy solo un segundo de recuperación para reclamar sus labios, gruño cuando su sabor explota en mi paladar.

Gina jadea y lucha en vano, ya que cuando se da cuenta que no me rendiré me sigue torpemente el beso y atrapa mi labio inferior entre sus dientes en una buena estrategia que me hace apartarme y reír.

- Imbécil psicópata - me golpea en el pecho alejándose al espaldal de la cama poniendo la máxima distancia entre nosotros.

- Yo también te extrañe mía ragazza.- le guiño un ojo y lamo la sangre que sacó de mis labios, sientiendome entre enojado y exitado a punto de recostarla y hacerle pagar esa osadía más lo de antes.

Pero en cambio tomo un respiro y le ordenó a mi polla a mantenerse quieta.

- ¡No me vuelvas a tocar nunca!- grita cubriéndose su cuello y me saca una carcajada mientras acomodo mi miembro en el pantalón. Ella mira hacia allí por un segundo y cuando ve que la atrapó desvía la mirada disgustada.

-  O qué? - la provocó tomándola del tobillo para jalarla por la cama.

- ¡Suéltame maldito animal!- lucha como la guerrera que es y eso me gusta aún más.

Eso fue una de las cosas que más me gustó de ella desde el minuto uno que la conocí. No es la típica chica asustadiza que llora, puede estar asustada pero aún así lucha y pelea; y eso definitivamente son cualidades que debe tener una reina de la mafia. Lástima que ella aún no sepa hasta donde puede llegar a mi lado, pero estoy dispuesto a recordárselo cada minuto de nuestra vida.

La inmoviliso en una llave lo suficiente fácil para mí levantando su cuerpo de la cama con sus manos en la espalda. Es lo suficiente pequeña que tengo que doblarme para con una de mis piernas dejar quietas las suyas, pero Gina ni si quiera está de cerca de darse por vencida y caemos hacia la cama, aunque eso también lo veo venir y maniobro para tenerla encima.

- Quieta- le digo burlón ganandome una mirada asesina de su parte, y me renuevo restregando mi erección en su abdomen y me encanta que ella pueda sentirla.

Se paraliza alarmada, pero disfruto como muerde su labio inferior, haciéndose la dura así como su rostro cambia de tonalidad. Sería tan fácil hacerla mía.

Pero cuando ese momento llegue, quiero que ella lo desee tanto como yo y que me ruegue. Que se sienta tan desesperada como lo estoy yo justo en este momento. Y sí para eso debo esperar, lo haré, pero no sin torturarnos a ambos en el proceso.

- No te muevas- suelta entre dientes ante mi clara intensión.

Pero es lo que hago probando mi punto y como se le escapa un jadeo, imperceptible pero bien claro para mí y cierra los ojos negándose a volver a abrirlos culpandose así misma.

- No importa cuánto te frenes preciosa, llegará el día que supliques que te tome de mil maneras posibles pero está vez será como mi esposa. Así que abre esos ojos antes de que te obligue hacerlo- la amenazó y eso hace con ese fuego por dentro que nos quema.

- Yo nunca voy a ser tú esposa- suelta como la terca que es, la misma frase que se ha estado diciendo por un año y más desde que despertó en blanco en esa cama.

Si me alejé una vez, fue por la organización y por la muerte de mi padre. Solo yo podía tomar el mando como capo, a eso súmale la muerte de nuestro bebé que me golpeó doblemente. Quería darle su espacio y dármelo a mi para resolverlo todo. Si mi hermana no la hubiera traído yo lo haría más adelante según mis planes. Pero ya estaba aquí en el centro del huracán y nada ni nadie me hará dejarla ir.

Hasta su muerte me pertenece.

- Error preciosa hoy mismo serás mi esposa- beso su nariz y se remueve olvidándose que estamos tan cerca y está vez soy yo el que gruño.

- No puedes, la chica de antes...-

- Ella también será mi esposa, pero solo tú serás la que caliente mi cama.- le suelto una parte de la verdad que le espera.

Reina sin memoria Donde viven las historias. Descúbrelo ahora