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Tomó su maletín con algunos documentos que necesitaba revisar para el día siguiente mientras apagaba las luces con cansancio y salía de la oficina, algunas veces se quedaba hasta tarde para terminar sus pendientes y no atrasarse con nada, ese era un día en el que todos sus empleados habían abandonado la oficina dejándolo a él como el último en el edificio.

— Hasta mañana, jefe — escuchó decir al guardia nocturno una vez bajó del elevador.

— Buenas noches, hasta mañana — contestó amablemente y salió.

Había estado ignorando las llamadas de su madre y los mensajes de su padre desde hace unos días, no quería decir que la razón de su salida tardía de la oficina eran sus padres, pero sí lo eran. Amaba a sus padres; sin embargo, siempre tocaban temas que él no quería tocar, se sentía presionado.

Le gustaba su ritmo de vida por muy estúpido que sonara, tenía una compañía exitosa que le gustaba, hacía deportes, salía a divertirse regularmente, comía sano y de vez en cuando tenía citas casuales con alguna chica linda. Su rutina era buena, nunca le había molestado y no lo haría pronto, pero a sus padres ya les había entrado la fase de desespero, decían que a sus 28 años debería estar estableciéndose con alguna buena mujer y pensar en el matrimonio.

No pensaba lo mismo, siempre que salía a citas conocía a alguien duraban unos pocos meses y después terminaban, era el ciclo de sus relaciones pues con ninguna había llegado a congeniar al cien por ciento y no las culpaba a ellas ni a él mismo, simplemente no estaba preparado para eso.

Al entrar a su departamento lo primero que le cruzo por la mente fue descansar no porque quisiera realmente ir a dormir, sino que quería una excusa para decirle a sus padres que ignoró sus llamadas y mensajes por cansancio, así que eso hizo, fue a dormir.

Escuchó el timbre sonar repetidas veces haciendo que su cabeza doliera por ser despertado con tanto ruido e insistencia, se levantó con pereza y abrió la puerta dejando ver a sus padres con rostros serios y su madre con los brazos cruzados.

— Se te ha olvidado que tienes padres ¿o qué? — dijo abriéndose paso en el departamento.

— No mamá... he estado muy ocupado, el trabajo ha sido exhaustivo esta temporada, lo sabes.

— Llamamos muchas veces — esta vez habló su padre mientras sacaban la comida que llevaban —. Seguro no cenaste con tal de ignorarnos, trajimos el desayuno.

— Espero tengas la decencia de sentarte a compartir el desayuno con tus padres.

Sintió algo de culpa y asintió mientras ayudaba a sus padres a servir el desayuno y lo escuchaba hablar de cosas triviales. Habían estado tranquilos, la comida casi había desaparecido por completo de la mesa y casi podía saborear el éxito de una buena convivencia con sus padres sin necesidad de que ellos quisieran meter su cuchara donde no debían.

— Entonces los Kim mencionaron que uno de sus hijos era programador de videojuegos y si podías conseguirle algún puesto.

— No sabría decirte — dijo antes de meter el último bocado de su plato en su boca y masticar mientras pensaba —. Puede enviar su curriculum, si tiene lo necesario puedo darle un trabajo con oportunidad de crecimiento, pero no voy a regalar un puesto en la empresa, así no funciona mi compañía.

— Tanto potencial que no dedicarás en nuestra compañía familiar — suspiró su padre.

No supo que decirle, agradecía todo el esfuerzo de su padre, el dinero que dedicó en su educación y preparación para su futuro, lo que no agradecía era que quisiera dejarle toda su empresa para que él la maneje.

Tal vez ¿soy...? // MarksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora