Capítulo 1 - Hefrid

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—Alteza, por favor, no se esconda más. Sus clases de conocimiento básico de la magia comenzaron hace diez minutos.

Escuchaba como el jefe de mayordomos, Maxwell, me buscaba por los jardines nevados del castillo, intentando convencerme de salir de mi escondrijo. Por desgracia para él, las clases eran tan monótonas, aburridas y somníferas que no podía aguantar un minuto más de escuchar al Sr. Flint hablar. Ese hombre se plantaba cada mañana en la biblioteca con su voz grave y tranquila capaz de dormir a un lobo rabioso y hablaba durante interminables horas hasta que daban las dos en punto, hora en la que se me permitía un descanso para comer. No era la primera vez que huía de ese martirio, pero sí era la primera vez que no regresaba tras pasar los diez o quince minutos.

Escuché los característicos pasos de Maxwell alejarse, dándome vía libre para salir de mi escondite y correr sin ser visto hacia el pequeño túnel que yo mismo había cavado bajo la muralla del castillo para entrar y salir. En mi rostro apareció una satisfecha sonrisa al ver que la nieve no lo había tapiado pero sí ocultado. Pude pasar fácilmente por el estrecho túnel y por suerte mi memoria había sido acertada, ya que los guardias estaban ausentes por un cambio de turno. Respiré tranquilo por fin cuando estuve varios metros bosque adentro. El Bosque Nebulosa siempre me había intrigado, decían que en su interior las estrellas de medianoche te susurraban cuentos de años atrás al oído, que si buscabas bien las criaturas mágicas escondidas te mostrarían las constelaciones y bajarían de ellas a los héroes que les dan nombre. El sinfín de maravillas que se podían presenciar no estaban siquiera plasmadas en los libros más antiguos, se decía que solo la imaginación era capaz de acercarse un poco a la descripción exacta de lo que sucedía cada noche en ese bosque. Por eso mismo me había dispuesto a descubrir por mi mismo cuántas verdades eescondían los escritos que tanto había estudiado y cuántas mentiras esperaban ser descubiertas.

Los árboles a primera vista eran comunes, pero a medida que caminaba adentrándome en el bosque el ambiente se tornaba más ligero. Incluso en el paisaje helado digno de pesadilla había pequeños grupos de árboles de hoja perenne distintos a cualquier otro que hubiese visto antes. A más me adentraba más árboles así podía encontrar hasta que me vi rodeado de ellos. Con troncos torcidos, rectos e incluso extrañamente enrollados sobre si mismos, con hojas de todo color y flores de aromas encantadores. No entendía como era que nadie hablase con exactitud de la belleza en el interior del bosque, o tal vez sí lo entendía. La manera de brillar de esas flores invernales sobreviviendo a las más bajas temperaturas y además conservando un aspecto digno de admiración. Solamente la vista del hermoso paisaje durante escasos minutos me había dejado claro que no era posible encontrar a un artista lo suficientemente talentoso para retratarlo en pintura ni tampoco era posible encontrar a un escritor cuyas palabras fuesen dignas de plasmarlo. El interminable sentimiento de admiración y fascinación solo crecía mientras me adentraba más y más y más.

El aire congelaba mis mejillas y enrojecía mi nariz obligándome a llevar mis manos enguantadas a mi cara para intentar calentarme un poco. El frío de la tarde ya comenzaba a ganarme cuando vi pequeñas huellas a un lado del camino nevado.

—Criaturas mágicas…

Susurré para mí mismo mientras las seguía y me alejaba del camino, encandilado por la idea de encontrar a aquellos seres de los que solo había visto ilustraciones borrosas en antiquísimos libros. Por fin escuchaba los pasos causantes de esas huellas, que apenas alcanzaban a ser la mitad de la palma de mi mano. Me escondí tras unos arbustos llenos de escarcha y esperé hasta verlo. Un pequeño animal, similar a una rata y a la vez a un felino, con patas pequeñas pero ágiles, cuerpo pequeño, peludo y mullido, orejas grandes y redondeadas y el hocico propio de un gato. Retuve la respiración tanto como pude para no asustarlo, pero de igual forma me vio y tras segundos que me parecieron una eternidad caminó hacia mi y se sentó frente a los arbustos, en el lado contrario a donde me encontraba. Mi corazón se aceleró por la emoción de tener tan cerca a una criatura que podía ser tan poderosa como adorable. Con esa idea en mente salí de detrás de las hojas y me acerqué muy lentamente hasta quedar a apenas unos centímetros de distancia. Extendí una mano, sin el guante de lana, dejando que la olisquease, como si así pudiera leer mis intenciones. El cálido pelaje contra mi piel helada tras segundos a la intemperie me confirmó que no era solo un animal del bosque, pude sentir el poder a su alrededor y la poca confianza que depositó en mi cuando me miró tras la leve caricia que se proporcionó por su cuenta. Sonreí y sentí un mar de emociones por esa primera interacción con el mundo mágico.

El Rey de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora