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Seguía transitando por el sendero de tierra, con su vestuario empapado y pegado a su cuerpo aún mojado por culpa de las gotas de agua callendo por su piel. Su cabello humedo y enredado se extendía por su rostro casi tapando sus bellos ojos y a un lado de su cuerpo portaba la cesta con ropa limpia cargada en un brazo. Caminaba sin determinación por el camino, lo bueno es que su corazón ya estaba mas relajado y sus pensamientos mas serenos que antes, el susto que recibió en el lago fue enorme, pensaba que algún pervertido la estaba espiando y eso le colocó el corazón en la boca.
El viento ayudaba un poco a que se secara su cuerpo y no tener que llegar a casa toda empapada. El frio que recorría su piel aumentaba, el sol se estaba escondiendo en las montañas y su calor constantemente se reducía en gran medida, la brisa por unos segundos se volvió gélida como de invierno, a pesar de que la temporada de frio se aproximaba esa corriente no era común. Solied se detiene un momento para sacudir los bordes de su vestido, no habia notado que algunas hormigas estaban sobre el y para evitar ser picada toma un borde de la vestimenta y con delicadeza lo empieza a sacudir. En todo ese agetreo las hojas de los árboles se movían con desesperación y una ráfaga mas potente que la anterior levanta descaradamente la saya de Solied, mostrándole al mundo sus piernas torneadas color blancas y sus diminutas bragas transparentes que apenas ocutaban su feminidad.
En un acto reflejo, la chica suelta la cesta de ropa limpia para utilizar sus manos en bajar el vestido, al parecer el viento estaba jugeteando con su falda. Tratando de ocultar la parte de adelante de la ropa, el viento se cuela por atrás levantando la saya enseñándole a los pequeños animales un hermoso trasero.
—¡Basta ya!. —grita Solied con un poco de diversión en su risa, le parecía agradable que el viento estuviera indomable, aunque le agradecia mucho el acto, ya que la ayudó a secarse por completo y aislar algunas hebras de su cabello de su vista.
Despues de un momento de risa el viento descarado se calmó igual que la risilla de la rubia , aunque ese minúsculo instante de felicidad se desvaneció cuando vió la cesta en el suelo junto a toda la ropa manchada de lodo. El miedo aflora en el rostro de la joven, se agacha a recopilar todas las telas y volviendolas a poner en la cesta, no sin antes sacudiarlas, su mente se nubla cuando el lodo no sale de las hebras de la costura y percibe perefectamente que ese error le costaria muy caro en cuanto llegara a casa.
Los lobos auyaban en el fondo del bosque, y por unos segundos a Solied le parecio buena idea ser devorada por esas bestia que recibir las palabaras de furia de su madre. Corre entre los arbustos para cortar camino, es ridículo querer llegar a un lugar rápido en el cual no te aprecian, pero con un suerte llegaría antes que su madre y tendría la oportunidad de esconder la ropa sucia y decirle alguna metirilla para poder salvar su pellejo del castigo.
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Tardó máximo cinco minutos corriendo, agotada y sedienta, pero era necesario. Para su mala suerte la Condesa Jennifer se encontraba exactamente ubicada en el mismo punto que en la mañana, delante de la puerta de madera y con el rostro enfurecido, esta vez la señora habia llegado más temprano de lo usal. Ahora sí que la chica se ha metido en problemas.
Se acerca con lentitud, escondiendo en su espalda la cesta con el problema. Observa a su madre a los ojos y podia ver un brillo expelusnante en ellos.
—Esta es la segunda vez en el día que desapareces de la casa dejando tus obligaciones a media. —le reprocha.
—No me imaginé que llegarían a casa temprano. —responde la señorita en tono bajo.
—Tus obligaciones siempre deben de ser primero antes todas las cosas, —informa —, como es posible que tus hermanas y yo lleguemos a esta casa si es que puedes llamarla asi —sacude sus dedos con la madera —sin la comida preparada.
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El Demonio en el Bosque (+18)
RomanceDespués de haber perdido toda su fortuna en un negocio mal liderado por parte del dueño de la compañia textil, los Condes de Beaumont, una de las familias más adineradas, se retiran al campo, escapando de las críticas y de la verguenza de la socieda...