Capítulo 1. La realidad

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«Could you find a way to let me down slowly?
A little sympathy, I hope you can show me
If you wanna go then I'll be so lonely
If you're leavin', baby, let me down slowly»

Let me down slowly, Alec Benjamin.

Miró a su alrededor; no reconocía aquel lugar inhóspito y extraño en el que se encontraba

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Miró a su alrededor; no reconocía aquel lugar inhóspito y extraño en el que se encontraba. Todo lo que veía era blanco. El suelo, el techo, las paredes difuminadas de esa habitación que no parecía tener principio ni final lo eran. Dio un par de vueltas por aquel habitáculo, sin ser capaz de descifrar realmente dónde se encontraba.

¿Tal vez aquella era una especie de dimensión en la que había sido atrapada por algún enemigo? No recordaba haber estado luchando, pero alguien podría haberla capturado tras dejarla inconsciente y eso haberle producido una especie de amnesia que esperaba que fuera pasajera.

Se detuvo en mitad de aquella nada blanca y diáfana. Comenzó a escuchar unos pasos en la lejanía, pero no era capaz de ver a nadie. Las suelas de unos zapatos pesados chocaban con la superficie que la sujetaba y que aún era una incógnita, porque ni siquiera veía un suelo estable, así que no podía entender que pudiera estar de pie.

Se dio la vuelta, porque le pareció ver a alguien llegando por su espalda, pero el resultado fue el mismo: no había nadie.

Un humo espeso comenzó a colarse en su vista. Lo apartó con su mano derecha, moviendo así el aire para despejarlo de su rostro. Dio dos pasos al frente, tratando de alejarse de aquel sitio para volver a la realidad, pero un susurro grave en la distancia detuvo su cuerpo, que comenzó a temblar y a ser recorrido por un sudor frío y pegajoso.

Charlotte se giró sobre sus propios pies. Entonces lo vio. Su manto negro ondeaba con soltura, a pesar de que en aquella habitación sin sentido ni existencia no corría una pizca de aire, al menos para ella no. Estaba concentrado en encender un mechero antiguo, al que la piedra comenzaba a fallarle. Las chispas revoloteaban a su alrededor y, cuando caían al suelo, se desvanecían por completo, sin llegar siquiera a rozar la parte en la que sus pies se sostenían. Encendió por fin el cigarro que pendía de sus labios y después le dio una larguísima calada. Expulsó una cantidad de humo absurdamente abundante, que se coló de nuevo en el campo de visión de la mujer, que avanzó dos pasos hacia él, completamente desesperada por alcanzarlo. Pero no podía. Por mucho que caminara, la distancia entre sus cuerpos no se reducía ni un solo centímetro, así que frenó en seco su andar antes de acabar perdiendo la razón.

Los susurros se transformaron por fin en palabras. Parecía contento, porque sonreía con sorna, aunque ella estaba desesperada por la situación. ¿Se estaba mofando de ella? Siempre le había gustado molestarla porque le resultaban graciosas sus reacciones, pero cuando la había visto superada o necesitada, le había brindado su apoyo de forma incondicional. Sintió entonces un dolor lacerante atravesándole con descaro el pecho, así que se llevó la mano al lugar justo en el que su cuerpo cobijaba su corazón. Ya no estaba del todo segura de si le seguía perteneciendo o si solo la usaba como receptáculo para continuar latiendo.

Alguien a quien amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora