Capítulo 2. Seguir avanzando

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«It's not your fault I ruin everything
And it's not your fault I can't be what you need
Baby, angels like you can't fly down hell with me
I'm everything they said I would be»

Angels like you, Miley Cyrus.

Abrió un ojo cuando la claridad del día se coló por las rendijas de la persiana y le dio directamente en el rostro

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Abrió un ojo cuando la claridad del día se coló por las rendijas de la persiana y le dio directamente en el rostro. Se volteó para ignorarlo y seguir durmiendo, pero tras estar algunos minutos intentándolo sin conseguirlo, se rindió. Se puso boca arriba sobre la cama, estiró los brazos y las piernas y fijó su mirada oscura en el techo de la habitación. Tenía algunas humedades, así que iba siendo hora de que se le diera una capa de pintura. Iría a buscar a Asta más tarde para que lo hiciera.

Se frotó los ojos y bostezó. Estaba bastante cansado. No había estado durmiendo bien desde hacía algunos meses, pues había estado teniendo sueños recurrentes que viajaban de forma constante a su niñez.

Normalmente, cuando lograba por fin conciliar el sueño, oía la voz de su madre llamándolo en susurros quedos. «Sukehiro, despiértate ya», le solía decir. Después veía su rostro cálido, su hermosa trenza azabache y sus ojos marrones y llenos de vida y amor. Incluso podía sentir sus reconfortantes caricias sobre su pelo. Pero después despertaba desorientado, porque no podía comprender que su madre apareciese de forma tan frecuente en sus sueños, cuando ni siquiera lo había hecho tan habitualmente tras morir o al llegar él al Reino del Trébol.

Hacía mucho tiempo que nadie lo llamaba ya por su nombre. Y, en realidad, lo agradecía enormemente, pues solo le traía recuerdos tristes o llenos de rabia y dolor.

Cuando llegó a aquel nuevo país, se presentó como solían hacer en su tierra natal; anteponiendo el apellido al nombre siempre. Si se tomaba la confianza necesaria con la persona que se acababa de conocer, se le podía llamar por su nombre con el tiempo. Pensaba que allí también lo hacían de ese modo. Con el paso de los meses descubrió que sucedía al revés, pero ya todos lo conocían como Yami y le daba pereza dar explicaciones, así que lo dejó estar y finalmente se acostumbró.

Realmente, que alguien lo llamara Sukehiro lo hacía viajar en el tiempo. A la época en la que su madre vivía. Era una mujer fuerte y buena, y jamás entendió que se hubiera casado con alguien como su padre. Cuando fue creciendo, fue comprendiendo que probablemente su madre había sido condenada a casarse por obligación. Siempre recordaba que en el trasfondo de su mirada podía ver una infelicidad que le sobrecogía el pecho, incluso cuando era muy pequeño. Se debía a que estaba atrapada en un matrimonio sin amor, sin consenso, sin respeto ni cariño. Al final, él solo era producto de todo aquello, probablemente incluso de un acto infame y que la mujer que le dio la vida no quería llevar a cabo. Y aun así, ella siempre lo trató con el más puro y genuino amor, así que estaba agradecido por que le hubiera otorgado el calor propio y único que solo saben dar las madres.

Cuando era pequeño, recordaba que su padre era un ser frío, distante y apático, pero al menos solía ignorarlos durante casi todo el día. La situación se torció por completo cuando sus padres tuvieron a su hermana. Recordaba que el embarazo fue un buen proceso, que tanto él como su madre estaban muy ilusionados y que tenían muchas ganas de conocer al bebé.

Alguien a quien amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora