Capítulo 3. Susurros del pasado

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«So look me in the eyes
Tell me what you see
Perfect paradise
Tearing at the seams
I wish I could escape
I don't wanna fake it
Wish I could erase it
Make your heart believe

But I'm a bad liar»

Bad liar, Imagine Dragons.

Se despertó temprano como de costumbre

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Se despertó temprano como de costumbre. El estrés del día anterior la había dejado tan cansada que, por primera vez en muchos meses, logró dormirse pronto y durante toda la noche. Se bañó, se vistió, desayunó y recogió toda la casa, excepto el cuarto de Yami, pues no había salido aún y no era algo que fuera responsabilidad suya.

Pasaron un par de horas más. La puerta de su habitación estaba entreabierta, pero no se atrevió a asomarse siquiera. No quería invadir su espacio personal y tampoco le haría bien hacerlo, así que desistió pronto. Decidió que lo mejor sería comunicarse con su madre, pues no había dejado ningún preparativo de la boda hecho ni tampoco había habido ningún anuncio sobre el acontecimiento.

La nobleza tenía ciertos protocolos absurdos que nadie entendía, pero que se seguían haciendo, y uno de ellos era hacer un anuncio oficial de ciertos sucesos importantes de las familias nobles. A Charlotte siempre le habían parecido una completa estupidez, pero, al enfangarse en esa espiral de sinsentido que suponía aquel matrimonio concertado, tenía que hacer ciertas cosas que estaban atadas a él, aunque no le agradaran demasiado.

Su madre le contestó enseguida. Observó su rostro en cuanto la comunicación comenzó. Sus ojos azules se veían más ilusionados que nunca. Bien sabía que a ella le importaban mucho las apariencias y tener una hija al borde de cumplir treinta años y que no se había casado daba una imagen bastante mala de la familia. No importaba demasiado si era fuerte o si había conseguido ser capitana de una orden prestigiosa, porque lo único que se apreciaba era la perpetuación del linaje, la sangre y el apellido.

Ese tema era un tanto complejo para ella. No era el sueño de su vida tener hijos, pero sí que se lo había planteado en algunas ocasiones. En las recurrentes fantasías que había tenido con Yami, siempre se había imaginado siendo la madre de sus hijos, pero eso daba ya igual, porque, en cuanto se casara, debería dárselos a otro hombre. Sintió un escalofrío en la espalda de tan solo pensarlo mientras su madre se dedicaba a parlotear sin parar y ella no le prestaba la mínima atención.

Estaba claro que su futuro marido querría tener descendencia y que sus padres esperaban lo mismo de ese matrimonio. El legado de los Roselei no se podía acabar ahí, así que esa pantomima no tenía otro objetivo que no fuera el de engendrar hijos que sostuvieran a ambas familias.

Le resultaba un poco triste. Era lógico creer que sus propios padres la habían tenido a ella justamente por ese motivo y sentía un miedo irracional al pensar en la posibilidad de convertirse en una madre distante y alejada de sus emociones, justo como ella siempre había sentido a sus dos progenitores. Entendía que no le tuvieran especial cariño porque ni siquiera entre ambos se lo profesaban, pero esa carencia la había acompañado durante toda su vida. No tenía mala relación en sí con sus padres, pero entre ellos reinaba una indiferencia y un silencio cortante e incómodo que no quería seguir perpetuando.

Alguien a quien amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora