“cierra los ojos”, se detuvieron frente a la puerta de la habitación del hotel donde habían ido, David se comportó muy silencioso por todo el camino, ni siquiera se atrevió a preguntarle por detalles para no arruinarle la sorpresa.
“ya”, informó para que supiera, estaba detrás abrazándola por la cintura, no podía ver.
Al escuchar la luz verde, tomó la llave que la recepcionista les entregó cuando llegaron a la recepción y abrió la puerta, “¡bienvenida a tu sorpresa!”, exclamó dándole el permiso para abrir los ojos y entrar a la habitación.
“David”, se quedó muda al ver la decoración de las paredes, la cama, el suelo, el ambiente, era bellísima su sorpresa, los ojos se le cristalizaron sin creer si podía ser merecedora de tantos regalos.
“intenté buscar el mejor escenario para pedirte matrimonio”, explicó, deslumbrado porque las tenues luces daban a esas cuatro paredes el ambiente romántico que necesitaba, los pétalos de rosas esparcidos por el suelo bridaban el aroma fresco que se respiraba en ese instante, la cama, perfectamente vestida de color blanco, hacía que la rosa roja que en el medio reposaba, resaltara sus matices naturales, en la mesita de noche, había una botella de champán con dos copas adornadas por un lazo blanco y a su lado, un tazón transparente con variadas frutas cortadas en cuadritos, no podía quejarse, esto era más de lo que esperó, “no me pude esperar, pero aquí estamos y pretendo que esta noche sea especial”, le acarició las mejillas dándose cuenta de que las lágrimas, habían hecho acto de presencia, delicadamente, la estrechó entre sus brazos, “te amo demasiado, Regina Mills”, un susurro salió de sus labios.
“también te amo demasiado”, respondió entre sollozos que aumentaron sus lágrimas.
“no llores, mi vida, este momento es para que seamos muy felices”, ella asintió con la cabeza imposibilitada de emitir palabra alguna, las emociones la tenían poseída, David se dio cuenta de su estado y rápidamente, atrapó sus labios, para comenzar una ronda interminable de besos.
De pronto, se vio alzada en los brazos masculinos de su amor, quien se estaba tomando demasiados cuidados para no lastimarla, caminó unos pasos hasta sentarla encima de la cama, se arrodilló a su lado, dejó un beso en su frente y la dejó sola por un instante para ir por las frutas, una copa y el champan, le sonrió al volver a sentir su calor.
Orgulloso del intercambio entre ambos, abrió la botella, los salpicó de la bebida, haciéndola reír a carcajadas, sirvió su copa y comenzaron a compartir las frutas, ella no podía probar el champan por el bebé, ya estaba acostumbrado a beber sin su compañía.
Las fresas tenían un sabor exquisito, al igual que las otras frutas, pero, lo que más le gustaba era el sabor exuberante de los labios de David, quien no se aguantaba para besarla en todo momento, estaba disfrutando de lo lindo su sorpresa, de pronto, en medio de un acalorado momento donde la pasión se apoderó de ellos, su ropa, fue a parar quién sabía a qué rincón de la habitación y ahora, estaba recostada con las espaldas y la cabeza en la almohada disfrutando de unos relajantes masajes en las piernas, podía asegurar de que de vez en cuando, veía estrellitas de tanto placer que sus manos le brindaban, estuvo a un tantico de admitirle que tenía razón al decir que sus manos eran mágicas, prefirió callar, primero muerta antes de admitir que otra persona, así fuera él, su amor de toda la vida, tenía razón en algo.
Un suspiro de puro placer, salió de sus carnosos labios, observaba cada uno de sus gestos, los ojos cerrados, sus frentes fruncidas y sus encogidas cejas, le daban aún más satisfacción porque sabía que le estaba brindando la mejor de las experiencias, continuó con su labor hasta que ella misma, con un alocado arranque, se levantó y comenzó a besarlo desenfrenadamente, momento que no se detuvo hasta que ambos, estuvieron uno encima del otro, acariciándose cada rincón de sus acalorados cuerpos.
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Cuando se añora un amor
RomanceInspirada en la canción Cuando nadie ve, interpretada por Morat