sinopsis

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¡El maldito tiempo!

Duerme pequeña, duerme mi dulce niña

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Duerme pequeña, duerme mi dulce niña. Palabras dichas por su madre justo antes de darle un beso en la frente e irse a pasos lentos, pasos lentos que daba debido a las fuertes contracciones que sentía debido a su embarazo.

Rhaenyra quedó en la soledad de su habitación, ladeando la cabeza con inocencia pura sin entender el porqué su madre no se quedó a contarle un cuento hasta que se quedase en brazos de Morfeo y caiga en un sueño profundo.

Sus mechones platinados caían en sus hombros, sus pequeñas y tiernas manos agarraban el anillo que su madre le había dejado, claramente algo no iba bien, ¿pero como una niña de apenas siete onomásticos lo entendería? 

Esa noche fría Aemma Targaryen no había girado a mirar por última vez a su hija, agarrándose fuertemente del brazo de su guardia juramentado, quien le guiaba al final del pasillo en una de las torres.

—Todo listo, mi reina —le dijo una de sus damas, acercándose a ella a quitarle la bata de dormir y dejase ver todo el líquido que caía de sus piernas indicando que el bebé estaba viniendo al mundo.

Rhaenyra no podía dormir, era escurridiza y todos lo sabían, fue por eso que no le sorprendió a su guardia juramentado el ver a la pequeña princesa tocar su armadura para llamar su atención.

—¿Desea algo, princesa? —indaga el guardia, teniendo que agachar la cabeza para ver a la niña.

—No puedo dormir, Sir Harrold —anuncia con voz clara—. Desearía ir a las cocinas en busca de alguna tarta.

—Ya es tarde, princesa. Mejor llamo a una de las sirvientes y que se lo traiga —propuso, viendo el ceño fruncido de Rhaenyra.

—¡Oh no! —niega de inmediato—. Es demasiado tarde, estarán durmiendo. Mejor vayamos tú y yo.

—Su padre dijo que no saliera de su habitación a estas horas, princesa.

—¿Eres guardia juramentada de mi padre o mio? —cruza los brazos.

—Suyo, princesa —responde con deje de confusión.

—¡Perfecto! Vamos —su diminuta mano apenas y podía acaparar la mitad del fuerte y gran brazo del guardia, quien con pesar la siguió.

Pasillos vacíos, antorchas iluminando su camino mientras su largo camisón y pies descalzos sentía el frío piso. Tardaron un poco en llegar a las cocinas, pero de igual forma lo hicieron. Sir Harrold había estirado una de las sillas hacia la princesa, preguntándole cuál tarta desearía comer aquella madrugada.

—Sir Harrold, por favor siéntese a comer conmigo esta delicia —le dijo la pequeña princesa—. Es mi amigo, solo por eso le comparto mis tartas.

Sir Harrold se esforzó en no sonreír, juró tratar de retener aquella sonrisa, pero la dulce y pequeña Rhaenyra había dejado un sentimiento cálido en su corazón.

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⏰ Última actualización: Sep 26, 2023 ⏰

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𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐁𝐑𝐎𝐓𝐇𝐄𝐑𝐒 | 𝐡𝐨𝐭𝐝Donde viven las historias. Descúbrelo ahora