Inches in Between - Cedric X Harry (Libro 1)

7. NICHOLAS FLAMEL Y LA PIEDRA FILOSOFAL

Luego del incidente del espejo, Harry empezó a tener pesadillas que incluían a sus padres, un destello de luz verde intenso y una risa aguda y macabra. 

—¿Te das cuenta? Dumbledore tenía razón. Ese espejo te puede volver loco. —Dijo Ron cuando Harry le contó sobre sus sueños.

Cuando las vacaciones acabaron, contó a Hermione lo ocurrido, quien estaba desilusionada de que no hubieran encontrado información sobre Nicholas Flamel, adicionalmente, regañó a Harry por vagar por el castillo 3 noches seguidas.

— ¡Imagina que Filch los hubiera atrapado! ¡Y tú! ¿No se supone que eres mayor? ¿Cómo se te ocurre permitir que cometiera semejante barbaridad?

Cedric habia acompañado a Harry el resto de las vacaciones, el pequeño azabache se veía ligeramente conmocionado por las mañanas debido a los sueños y él trataba de animarlo con una porción de tarta de melaza y jugo de calabaza. Sin embargo, el hufflepuff mantenía cierta distancia con Harry, pues aun se sentía algo abrumado hacia su aroma y al parecer eso se había acentuado desde que vio su reflejo en el espejo de Oesed.

Afortunadamente para él, se acercaba otro partido de quidditch, contra Gryffindor, y los entrenamientos volvían a iniciar, así que podía centrar su mente en ello y no en los relampageantes ojos verdes de Harry Potter. Harry, por su lado, a la par de sus entrenamientos y clases, aprovechaba sus momentos libres para seguir con aquella búsqueda del desconocido Nicholas Flamel. Estaba seguro que había leido su nombre en alguna parte a inicios de año.  

El pequeño Harry estaba exhausto, Wood los hacía trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Los Weasley se quejaban de que Wood se había convertido en un fanático, pero Harry estaba de acuerdo con Wood. Si ganaban el próximo partido contra Hufflepuff, podrían alcanzar a Slytherin en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años.

Harry estaba seguro que Cedric no daría tregua por ser su amigo, sabía lo competitivo que podría llegar a ser cuando se trataba de una snitch, así que entrenó duro. Todo esto lo llevó a que poco a poco, sus noches estuviesen ausentes de sueño y poco a poco sus preocupaciones fueron menguando, hasta que un día recibió una noticia.

Durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Wood les dio una mala noticia. Se había enfadado mucho con los Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.

—¡Dejad de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor! George Weasley, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Snape va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin. El resto del equipo se acercó a George para quejarse.

—No es culpa mía —dijo Wood—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para marcarnos faltas.

El miedo de Harry se hizo presente de nuevo, ¿Y si Snape embrujaba su escoba de nuevo? Este partido sería muy complicado. Al terminar el entrenamiento, Harry se dirigió a su sala común donde vió a Hermione y a Ron jugar una partida de ajedrez mágico, la única cosa en la que Hermione había perdido jamás. Ron le estaba dando una paliza a las piezas de Hermione y ella solo bufaba frustrada. 

—No me hables durante un momento —dijo Ron, cuando Harry se sentó al lado—. Necesito concen... —vio el rostro de Harry—. ¿Qué te sucede? Tienes una cara terrible. En tono bajo, para que nadie más los oyera, Harry les explicó el súbito y siniestro deseo de Snape de ser árbitro de quidditch.