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Kai cayó en la oscura habitación en la que Arlong y Jon le habían obligado a entrar. Jon la había apretado de un brazo, diciendo que niñas estúpidas como ella no podían estar ahí.

Ya había pasado un año desde que había sido secuestrada y esclavizada por Jon el chupasangre. Hoy se cumplían siete meses desde la muerte de su padre y hace unos días había cumplido once años.

Cómo regalo de cumpleaños, Jon ordenó a toda la tripulación que no tocaran o agredieran a Kai por todo un mes. Kai se sintió culpable por decir que no era suficiente.

¡Papi, ayúdame por favor! ¡No quiero que me dejes solita con estos señores!

Ya deja de lloriquear, mocosa estúpida. Tu papi está muerto.”

Se había ganado un moretón en el ojo ese día. Y el trauma que la perseguirá toda su vida. Después de días, Kai no consiguieron quitarse la sangre de encima, no le permitían cambiarse de ropa.

Tampoco le permitían hablar, siempre la tenían encadenada en algún oscuro lugar del barco. Y si salia le ponían una correa y collar en el cuello. Solo debía asentir y negar.

Kai nunca se había sentido tan miserable. Quería que su papi volviera y le contará sus historias antes de dormir, que le diera besos en la frente y que salieran juntos a esos aburridos eventos de él.

Pero su padre había sido asesinado por piratas, él jamás volvería.

Kai se levantó del suelo y sacudió los harapos sucios que traía puesto. Miró el lugar con atención y con asombro, era más grande que el cobertizo en el que le dejaban estar.

Observó con asombro como una figura igual de pequeña que la suya, estaba sentada en una silla mientras estaba encadenada. Tenía una vela al lado y estaba con la vista fija en la mesa.

Kai pudo escuchar sollozos incontrolables salir de sus labios. Hizo un puchero, queriendo aguantar las lágrimas.

Sus pies descalzos hicieron eco en el lugar, no obstante, la figura no volteó. Cuando Kai se acercó más, notó que tenía cabello anaranjado hasta los hombros. Finalmente asomó su cabeza un poco más allá, para fijarse en que la niña estaba dibujando.

Kai observó con ojos inocentes su perfecto trabajo, ella dibujaba muy bien. Pero no entendía porque estaba tan triste. ¿No le gustaba su dibujo?

─Si te hace sentir mejor, a mi me gustan tus dibujos. ─Habló Kai, la niña pelirroja se sobresaltó.

La contraria se secó las lágrimas muy rápido. Luego la volteó a ver con el ceño fruncido.

─¿Que haces aquí? ─Preguntó la otra.

Kai se tensó levemente ante el tono quebrado pero firme con el que le dirigió la palabra. Aún así, sus ojos no perdieron ningún poco de la empatía que sentía.

─Mi amo me ordenó que me quedara aquí mientras que el habla con el señor Arlong. ─Explicó, la niña pelirroja relajó la mirada. ─Tu dibujo es muy bonito, no tienes porque llorar si no te salió bien.

La otra le miró con confusión antes de que la compresión llegara a sus ojos, se sintió avergonzada porque otra persona la viera llorar.

La miró de arriba a abajo, tenía el pelo desordenado, cicatrices de mordidas en incluso vendas mal puestas con algunas manchas de sangre y moretones en el cuerpo. La pelirroja también vió manchas blancas en su ropa sucia y desgastada, pero no quería saber que era.

La niña rubia apoyó su mentón en el hombro de ella, viendo su dibujo por encima. Esperó pacientemente a que la niña dijera algo.

─Tienes mucho talento. Me gusta lo que haces. ─La rubia le sonrió. ─¿Puedo seguir viendo como dibujas?

Normalmente se lo habría negado, pero por alguna razón asintió.

Siguió dibujando el mapa que Arlong le había ordenado que hiciera, ahora bajo la atenta mirada de la rubia en su hombro. Tenía la necesidad de impresionarla.

La niña hacia bastante ruiditos de sorpresa, normalmente la irritarian, pero hoy no fue así. No con ella ahí.

Sentía la respiración de la rubia en su cuello, lo que le causaba unos poquitos escalofríos y cosquillas.

De pronto, la de ojos marrones volteó. Eso hace hizo que la niña quitara el mentón de su hombro. La miró expectante.

─¿Cómo te llamas? ─Preguntó de forma repentina.

─Soy Kai. Solo Kai. ─Le dijo y la niña asintió, se volteó y comenzó a dibujar otra vez.

Kai, otra vez, puso el mentón en su hombro y la miró dibujar. No hubo charla. No hubo llanto. Tampoco hubo abrazos. Solamente ellas dos y un extrañamente cómodo silencio.

Después de todo lo que había pasado en su vida ese año, este era el momento más tranquilo y bonito que había tenido.

Kai miró los trazos en el papel, la manera en la que el lápiz se movía y la cara de concentración en el rostro de la niña de pelito de fuego.

─¿Cómo te llamas tú, niña de pelito de fuego? ─La susodicha rodó los ojos con diversión. ─Ya sabes, por tu cabello. Es muy bonito también.

Hubo un cómodo silencio en el que nadie hizo una pregunta más o siquiera respondió la que se había hecho.

Hasta que una de las dos carraspeó.

─Yo soy Nami. ─Fue lo único que dijo.

Kai sonrió ampliamente.

─Nami, es un lindo nombre. ─Respondió ella.

Duraron un rato más así, hasta que el capitán Jon llegó y se llevó a Kai a rastras.

Nami no sabía porque le había caído tan bien la niña, pero esperaba poder volverla a ver alguna vez.

Lastimosamente no logró verla en persona. No por más de un año. Pero sí en sus sueños. Y fueron los sueños más bonitos que Nami alguna vez tuvo.

EYES DON'T LIE ─ NAMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora