CAPITULO 43

95 8 1
                                    

Danilo

El día esta gris, el viento cada tanto azota, como si mostrara también su odio por todo el escenario que se desarrolla en estos momentos en el panteón, "todos actúan tal cual imaginé". Cada miembro de la mafia muestras sus condolencias hacia los que una vez fueron mis nonnos.

Mi procreador junto a Elena mantienen la cabeza erguida, saludando y recibiendo cada condolencia que muestran, Federico como perro guardián se mantiene parado detrás de ellos cada tanto vigilando alrededor, "por más que quieras encontrarme no lo lograrás". A la par debe estar desarrollándose el mismo escenario deprimente en Rusia, donde la Bratva estará sepultando a su jefe.

Con la ayuda de Ricardo Santini, un empresario medio con habilidades en sistemas y computadoras, logré infiltrarme en el sistema del avión en donde viajaba Alexis Petrova. Costó una fortuna conseguir que alguien de dentro me diera siquiera una mínima información sobre su jefe o alguien de la familia Petrova, pero el dinero puede hacer que hasta un mono aprenda a bailar y las paredes tienen oídos, "un viaje sorpresa para celebración de su aniversario, se convirtió en un viaje hacia su muerte".

Con esto ambas organizaciones han recibido golpes fuertes que harán que mantengan la guardia alta y sin moverse hasta que laman sus heridas y sus cabezas se enfríen. Les tomó 2 días el poder encontrar los cuerpos de mis abuelos, cuerpos que fueron fácilmente identificados por sus argollas de matrimonio, que fue lo único que sobrevivió al fuego, "al menos eso fue lo que habían anunciado en los noticieros". Veo como Federico se acerca a ella por detrás abrazándola y ella se apoya en él, mi cuerpo se tensa, mi sangre hierve y las ganas de volarle la cabeza o cortarle la mano despiertan, "no dejare que te la quedes, ella será mía".

El personal del panteón comienza a lanzar la tierra mientras que el cura lee las palabras de un Dios en el que ninguno de ahí cree, ya que todos aquí somos impuros para entrar en su reino. Mi teléfono vibra y contesto sin ver quien es.

—Marianno ya está dentro la casa —informa David.

—Bien, recuérdale que lo que necesito son las claves que mantiene su padre para poder acceder a las cuentas donde Giulio recibe los pagos —cuando me nombró sottocapo jamás me dejó manejarlas, recibía un mensaje de confirmación por parte de Luca cuando el depósito estaba ingresado.

—Bien —se hace un silencio —¿Cómo está? —pregunta.

—¿Cómo crees? —devuelvo —sufriendo en silencio y con la frente alta —el suspira. Ninguno quería llegar a esta mierda, ni ella ni Rubí debían haber estado envueltas en ninguna de nuestras acciones, pero mi padre al mostrarle mis planes cambio todo, "ambas aun estarían felices y tranquilas si todo hubiera seguido su curso".

Y también el perro faldero de Federico al meterse con ella. Alejándola de mí, acaparando todo de ella cuando solo debe ser mío.

—¿Ves a mi mujer ahí?

—¿Aun la llamas así después de que te diera la espalda?

—Ella es mi mujer hasta el día que muera —afirma con acidez —esto es solo un contratiempo.

—Si tú lo dices —respondo viendo como terminan de enterrarlos —aún está la oferta de confirmar si lo que dijo Rubí esa noche...

—Ellos son mis hijos Danilo —me corta —míos, ¿entendiste? —"si quiere vivir con eso, allá él".

¿Salió ya Marianno? —pregunto, cuando noto una presencia que...

—Eres pésimo en ocultarte —el susurro de la mujer me hace reaccionar, pero no evito la apuñalada que recibo en el costado antes de alejarme saliendo del árbol. La capucha se cae y en mi delante veo a la misma Alaya Petrova con una daga manchada de mi sangre junto con una sonrisa bastante diabólica —evité darte en un punto vital ya que sería darte un regalo matarte rápidamente.

NINFADonde viven las historias. Descúbrelo ahora