EXTRANJERA

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Y ahí está el, San, con su pelo negro despeinado, su pequeño pendiente de aro en la parte superior de la oreja, sus ojos rasgados tan solo comparables con los de un zorro. San, el chico que me acompañó a casa la noche anterior, que nunca me ha hablado en estos meses hasta ahora. San.

-Hola...- Lo saludo tímidamente y me corresponde con un gesto casi indiferente. ¿Me está ignorando? Como sea, no me importa. Entro en la cafetería dispuesta a trabajar. Y el entra detrás de mí.

A lo largo de la mañana hubo bastante ambiente, la mayoría simplemente pedían con prisas un café para llevar o algo para comer a media mañana, otros, se sentaban en la terraza de fuera, aprovechando el buen tiempo y se tomaban un zumo o un café mientras veían en el periódico las noticias del día.

La mayoría de los periódicos están hablando de los últimos ataques de alguien misterioso que tiene atemorizadas a las chicas jóvenes de varios barrios, la policía continúa sin dar datos y la gente comienza a agruparse en varias zonas para manifestarse exigiendo explicaciones y medidas de seguridad más efectivas.

- Aquí tiene, señor. Buen provecho.- Dejo el café con una magdalena en la mesa de uno de los clientes. Este , deja por un momento la tablet desde donde está haciendo varias gestiones para su empresa y me corresponde con un gracias y una inclinación de cabeza.

- ¡Eh, tú!.- Alguien a mi espalda me solicita de una manera bastante grosera, me giro con mi mejor cara y una sonrisa forzada.

- ¿Todo bien, señor?.- Lo observo coger su taza de café y tirar su contenido a una planta. No doy crédito y en mi cara no puedo evitar mostrar sorpresa e incredulidad.

- ¿Has hecho tú este café?.- Me mira fijamente con una mirada que mataría si pudiera. Me asusta pero mantengo las formas.

- Sí, lo he hecho yo.- Espero su respuesta, mientras veo como se va poniendo rojo de furia.
- Este café sabía a mierda, ¡Quiero hablar con el encargado!. ¡Maldita extranjera, vete servir cafés de mierda a tu país!.- Se levanta y lo tengo tan cerca que puedo oler su aliento al poco café que se tomó hace un momento. Doy un paso atrás, y siento las miradas clavadas en mí. Todos miran escandalizados pero nadie dice nada. Nadie me ayuda. Rumores. "Es verdad. Es de fuera" , "Cada vez vienen más extranjeros aquí, nos están quitando el trabajo" , "Esto no puede ser..."

Quiero irme de aquí.

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