UN TRABAJO NUEVO

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Inmediatamente después de pegarle al cliente, San se quitó su delantal del uniforme, y lo tiró en la barra del bar, se fue sin mirar a nadie, sin dejarme una pequeña oportunidad para darle las gracias por defenderme. Lo vi alejarse cada vez más hasta hacerse una figura pequeña a lo lejos y desaparecer de mi vista.

Después del incidente mi jefe me llamó al despacho y me despidió.

Hoy estoy de nuevo en la calle ofreciéndome para trabajar cuidando niños, personas mayores o limpiando casas... trabajos que nadie quiere hacer.

Es la una de la tarde, llevo ya tres horas dando vueltas por las calles de Seúl entregando papelitos con mi nombre y número a todas las personas que se cruzan en mi camino.

Hace tanta calor que los pájaros bajan a las fuentes y se pelean por coger sitio para refrescarse. Un perro se acerca corriendo a ellos y comienza a ladrarles e intentar cazarlos. Levantan vuelo y se van con la misma prisa con la que bajaron.

Los edificios acristalados son espejos que muestran Seúl a los ojos de quienes pasean por sus calles, camino embobada observando el escenario cuando algo o alguien me frena de golpe haciéndome retroceder. Mis papeles se caen al suelo y al agacharme para cogerlos una mano se adelanta.

- Lo siento, ha sido culpa mía. No te he visto.- Levanto la vista hacia la voz masculina que me habla y veo a un chico alto, delgado y de piel morena. Me sorprende, porque en lo que llevo viviendo aquí la mayoría procuran mantener una piel pálida, bien ocultándose del sol, o bien mediante maquillaje para clarearse la piel.

-NO, no la culpa ha sido mía, no iba mirando hacia donde tenía que mirar y...- Me observa fijamente a los ojos, un rato tan largo que me intimida. Su mano izquierda toca la mía cuando me devuelve los papeles, pero se queda con uno y lo lee.

- ¿Estás buscando empleo?.

-Sí, de lo que sea, limpiando casas, cuidando personas mayores, niños...

- No busques más, ya has encontrado trabajo.

- ¿Yo? ¿Pero, dónde?.- Lo miro intentando evitar una sonrisa de emoción imaginando cuál será el trabajo que tiene para mí. Coge todos los papeles que hace un rato me había ayudado a recuperars del suelo y los tira a la papelera. Lo sigo con la mirada atónita.

- Trabajarás para mí, en mi casa.

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