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🛫 «Barriga llena, corazón contento» 🛫

La casa de Sehun no se parece en nada a lo que imaginó y tal vez sea porque su conocimiento en decoración de interiores es bastante reducido, pero podría jurar que –a pesar del minimalismo– algo falta en ese lugar.

Casi todo permanece como si el apartamento fuera nuevo, demasiado impersonal para alguien que se mudó hace poco más de un mes. Las paredes están libres de fotografías y las repisas presumen de estar vacías, más allá de algunas figurillas al azar. Hay pocos libros en las estanterías, incluidas unas guías turísticas que debían venir con el mobiliario y una bicicleta arrumbada en la terraza.

Si no fuera por la presencia de Vivi, cuya camita exhibe una linda manta y el juguete favorito del bichón, cualquiera pensaría que nadie vive realmente ahí. «¿Será distinto en su habitación?» se pregunta, no pudiendo evitar el cosquilleo del bichito de la curiosidad.

En la cocina, Sehun reúne los ingredientes para su especialidad: bibimpap. Debió ir al supermercado esa mañana, ya que la nevera está a rebosar y no parece que haga falta nada. Acercándose a la barra para echar un vistazo por encima de su hombro, Luhan cae en la cuenta de que tampoco en esa parte de la casa hay mucho que hable del hombre que la habita.

—¿Te gusta lo que ves, ciervito?

La voz de su chico lo aparta de sus pensamientos, confundiéndolo primero y luego provocando que los colores se le suban al rostro. Sehun está de espaldas, marinando la carne, todavía lleva la ropa que usó durante el evento, una camisa sencilla y los pantalones de vestir que se ajustan a sus piernas, remarcando su abultado trasero. Justo ahí, donde el chino había clavado los ojos.

—N-No estaba viendo —se defiende, pero la lengua lo traiciona al enredársele—. M-Me quedé pensando y...

—Tranquilo, bonito. Puedes mirar con libertad —le dice, no creyendo sus excusas. Luhan va a protestar, cuando el pelinegro agrega:—, de todas formas es todo para ti.

Divirtiéndose a su costa, no por primera vez, Sehun regresa a su labor ignorando adrede los gruñidos que resuenan tras la barra. El chino podría asesinarlo con la mirada, pero al cabo de un rato, repara en el hecho de que el coreano... demonios, ese hombre tendría que ser ilegal.

Sus piernas son kilométricas y además de su trasero, es la curva de su cintura y la amplia línea de los hombros, lo que le vuelve increíblemente sensual. Con cada movimiento, la tela de la camisa se adhiere a su piel, estirándose tanto que da la impresión de que podría romperse en cualquier momento. «Buda, sabía que me querías», piensa y esta vez, apoya la barbilla en una mano para apreciar la vista.

Mientras el otro cocina (no intenta ayudarlo, antes lo advirtió de hacerlo y ser acusado con el perro), Luhan le hace la plática preguntando por el evento: qué le pareció el trabajo del barista, si acaso probó alguna de las bebidas y si es fanático de la leche de avena. Sehun responde a intervalos, vigilando su cena y atendiendo la conversación, hasta que su mascota se siente ignorada y decide acercarse para reclamar la atención.

—Es un chico adorable —comenta el ciervo, tomándolo entre brazos para acariciarlo. Vivi se deja hacer, tanto o más cómodo que cuando su dueño lo mima—. ¿Hace cuánto lo tienes?

—Un par de años, hyung me lo regaló antes de ir a estudiar fuera —Sehun responde, con una sonrisa—. Tenía sólo unos meses, la chica que crio a su madre no podía ocuparse de los cachorros y los dio en adopción. Era un cachorro todavía más adorable que ahora, tan pronto lo vi me enamoré de él.

—Apuesto que fue correspondido.

—Me gusta creer que sí. A veces pienso que habría preferido quedarse con Hae, pero siempre le digo que hyung lo habría perdido a los dos días para evitar que coseche esa fantasía.

¿Puedes guardar un secreto? || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora