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🛫 «Después de la tormenta viene la calma... o no» 🛫

Baekhyun dice que es fácil vivir con él. Detesta el desorden, así que su pieza siempre está que reluce, tiene el hábito de limpiar si se estresa y no le importa hacer el reciclaje. También le gusta cocinar y aunque a veces se aprovecha para chantajear a los otros y salirse con la suya, cada bocado vale el capricho que se le consciente. Las únicas veces en que aguantarlo es complicado, son esas en que bebe hasta embriagarse.

El asunto no es que le dé por cantar a todo pulmón o se vuelva cariñoso hasta resultar encimoso, tampoco que para emborracharlo se necesiten apenas unas cuántas cervezas. No, el verdadero problema son sus ronquidos.

Todos con quienes pasa la noche después de una fiesta, terminan huyendo o recomendándole ir al especialista, pero Luhan no necesita un doctor. ¿Y qué si ronca cuando bebe? El oso que vive en su interior pocas veces sale a la luz, igual no es como que cada que se alcoholiza, lo haga hasta quedar en K.O. Para ser sinceros, es muy raro que decida, por voluntad propia, emborracharse.

Debe estar muy feliz o en exceso deprimido, o haber sucumbido a los efectos del vodka luego de casi morir en un accidente aéreo.

¡Jrrr!

Si no fuera por la mano que lo sujeta, comenzaría el día yéndose de culo al piso. Asustarse de su propio ronquido y pegar el brinco en la cama no es menos vergonzoso, pero al menos no obtendrá un moretón. La sonrisa divertida que el tipo a su lado le dedica, hace que piense en su ridícula reacción como una forma de animarle el día, aunque sea sólo para no sentirse tan apenado.

Gumorning —canturrea Minho, al tiempo que se saca los tapones de oídos.

Luhan intenta espabilar. Los recuerdos de la noche pasada se deslizan borrosos en su cabeza, así que le toma unos minutos comprender dónde y cómo fue que terminó ahí. Ignora adrede el episodio en el avión, las sacudidas que lo hicieron creer que moriría ahí y cómo estar a un paso de la muerte le llevó a confesar sus más vergonzosos secretos a un perfecto desconocido.

Se ve a sí mismo huyendo de la escena, llamando al último contacto (que resultó ser Choi Minho) y más tarde, esperando a la salida del aeropuerto, intentando soportar la vergüenza y el miedo hasta estar en un lugar seguro. No hay nada después del carro azul pitándole la bocina y la sonrisa amable del chico con el que ha salido durante tres meses.

—Hola —murmura de vuelta—. Esto..., disculpa que te molestara anoche, seguía en shock por lo del avión. También perdona mis ruidos, suelo roncar después de beber y creo que se me subió el vodka.

—Está bien, por suerte tenía unos tapones en el cajón —Minho responde, encogiéndose de hombros—. ¿Tienes hambre?

—Bastante, pero antes, ¿te importa si uso el baño?

—Adelante. Hay un cepillo nuevo en el cajón y no te vendría mal una ducha, la verdad es que apestas un poco, las toallas limpias están en el estante.

Tal vez sea el karma por prolongar una relación cuando no está en serio interesado en mantenerla a largo plazo, pero hay ocasiones (como esa) en las que Luhan no sabe cómo tomarse lo que Minho dice. ¿Es bueno que el chico que sufrió por tus ronquidos, admita que al menos tenía a la mano unos tapones? ¿Debería avergonzarse porque su aroma no sea el mejor a primera hora del día y luego de un evento tas desastroso como el que vivió?

Prefiriendo no ahondar en el tema, Luhan se levanta y va a encerrarse al baño.

Mira el reflejo en el espejo que le devuelve la imagen de un ciervo revolcado, con el cabello rizado hecho un nido, rastros de maquillaje corrido bajo los ojos y hasta un hilo de baba seca manchándole la barbilla. Vale, no es su mejor look. Minho está acostumbrado a ver al chico bañado y perfumado, pero una vez más: acaba de despertar, no puede estar perfecto luego de haber dormido como tronco.

¿Puedes guardar un secreto? || HunHan ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora