ONCE

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Una cabeza ósea flotaba en la oscuridad. El cráneo de un lobo con los cuernos de un antílope Impala.

Reia sintió como si flotara bajo el agua, pero podía respirar, y no sentía frío. No se sentía nada, como tragar la nada.

Sus orbes resplandecientes brillaban en un azul intenso, protegiéndola de lo espantoso del vacío que los rodeaba, dándole luz y consuelo. Estaba clavada en ellos, incapaz de apartar la mirada.

Su atención se centraba en él incluso cuando parecía que flotaba a su alrededor, y su cabeza giraba para mantener la mirada fija en él. No sabía dónde estaba ni qué estaba pasando.

¿Un sueño? pensó. No era una pesadilla, se sentía demasiado segura para eso.

Una garra afilada recorrió su espina dorsal y la hizo jadear mientras un escalofrío la recorría. Intentó buscar las manos que la tocaban, pero desaparecieron en la oscuridad antes de que pudiera verlas.

Volvió a encontrar el cráneo flotante de Orfeo.

Casi parecía que bailaba a su alrededor, volando alrededor de su cuerpo mientras ella flotaba. Su corazón se aceleraba cada vez que él se acercaba antes de retroceder de nuevo.

Dos pares de garras la acariciaron desde la nuca hasta el pelo, amontonándolo mientras las puntas le raspaban deliciosamente el cuero cabelludo. Soltó un gemido ahogado.

Qué agradable.

Se le erizaron los pezones, mientras un torrente de piel de gallina recorría su carne sensible y bajaba por su cuerpo, hasta acumularse en forma de calor en su vientre.

Las manos desaparecieron una vez más, y sólo pudo verlas un instante antes de que desaparecieran.

La anticipación y la excitación empezaron a vibrar en su interior ante el siguiente contacto secreto e inesperado. Respiraba entrecortadamente, con las mejillas y el cuerpo acalorados. Su corazón era tan fuerte y rápido que resonaba en el vacío.

No tenía miedo, ni mucho menos. Reia estaba excitada, profundamente excitada, mientras él jugaba a esconderse y tocarla en la oscuridad.

La siguiente vez que sintió aquellas manos, fue sobre los manojos de nervios justo debajo de sus pantorrillas. Era un contacto familiar que ya había experimentado antes, y una descarga electrizante le dobló las rodillas al atravesarlas hasta llegar a su núcleo dolorido.

Estaba mojada, tan mojada que pensó que el goteo de su excitación empezaba a flotar a su alrededor en gotas brillantes.

Podía oír sus profundos resoplidos. Gruñones y bajos. Luego estaba ese resoplido largo y grave que emitía, como cuando de vez en cuando le olfateaba la piel con el hocico apretado contra ella.

Cuando lo sintió, se le curvaron los dedos de los pies y se le escapó un suave grito, mientras su cálido aliento rodeaba su garganta desde atrás como si quisiera aferrarla.

Entonces sintió que aquellas manos se deslizaban alrededor de sus costados, con las garras clavándose de tal forma que casi parecían rodajas, antes de sentir el calor envolvente de las mismas alrededor de sus pechos. Miró hacia abajo y vio una piel gris oscura en la que sobresalían los huesos blancos de los nudillos.

No podía ver los brazos, las manos solas y desconectadas de todo. Pensó que eso podría deberse a que no sabía cómo era el resto de su cuerpo. No podía ni imaginarse lo que había debajo de su ropa.

Se quedó con una, que le acariciaba el pezón repetidamente mientras se movía de un lado a otro, embotando su mente de necesidad y deseo. El otro empezó a acariciarle el vientre, y su abdomen se contrajo en reacción, el duro pico de su clítoris palpitando con impaciente espera. Tenía la vista nublada mientras miraba fijamente hacia abajo, al tiempo que notaba en su periferia que la huesuda cabeza de él estaba quieta y la observaba.

ASTK DBB I [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora