DIECIOCHO

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Orfeo había pasado la mayor parte de la noche fuera rodeando la casa para alejar a los Demonios de ella.

Había bañado a Reia como era necesario, pero sus manos habían estado más apresuradas que de costumbre. Le había excitado volver a hacer esto con ella después de lo que había provocado la última vez, con la esperanza de que ella quisiera que volviera a tocarla tan íntimamente. Había disfrutado mucho viendo cómo su flexible cuerpo se retorcía, se contorsionaba y se tensaba debido a sus dedos. Que se estremeciera con su lengua en el cuello. Oír sus pequeños gritos, sus gemidos. Sentirse dentro de su cálido coño y sentirlo ondular alrededor de sus dedos mientras ella se corría por él, gracias a él.

Le gustaba esa palabra, le gustaba lo brusca que era y le gustaba que ella le hubiera dado permiso para usarla.

Había puesto a prueba todo su control. Su polla había estado dura, completamente hinchada y a punto de estallar con profundas punzadas. Quería volver a sentirla, estar tan lleno de deseo que estuviera a punto de perder el control y poder decirle lo que quería hacer con ella. Que ella gimiera como reacción en lugar de aterrorizarse de que Orfeo la deseara.

El dolor que había soportado merecía la pena.

Quería saber si volvería a ocurrir.

A pesar de su excitación, no podía quedarse. Estaba agradecido de que ella no se lo hubiera pedido ya que sabía que se habría sentido dividido entre querer tocarla y querer protegerla.

Actualmente, el exterior era peligroso.

La lluvia caía con fuerza, y sabía que una o dos de sus baratijas se desmoronarían bajo su fuerza. Si eso ocurría, si todas caían, los demonios podrían penetrar en su interior con facilidad.

No sabía si su toque apresurado había provocado deseo en ella, pero le dijo que tenía que darse prisa para volver a su deber de protegerla a ella y a la casa.

Ya había ocurrido antes. Orfeo había perdido a un humano a causa de una tormenta y juró que no volvería a ocurrir.

Como no había tenido tiempo, se había olvidado debido a su interés por su cocina, le preguntó si le haría baratijas de repuesto mientras patrullaba. El hecho de que pudiera pedírselo porque ella había estado dispuesta a aprender y podía ayudarle le hizo sentirse orgulloso de ella cuando las comprobó y vio que eran adecuadas.

No fue hasta las primeras horas de la mañana cuando las nubes dejaron de llorar y empezaron a despejarse.

El suelo estaba empapado y embarrado. Le preocupaba cómo reaccionaría Reia cuando le dijera que no podía salir sola de la seguridad de la casa para sentarse en el jardín hasta que la tierra se secara y él pudiera tallar un nuevo círculo y llenarlo de sal.

Pero, cuando despertó, Orfeo la llevó fuera, bajo su intensa y vigilante mirada, para poder enseñarle algo rápidamente.

Su sonrisa radiante lo estremeció. No era para él, así que no le provocó un deseo tan fuerte como para cambiar su visión, pero aun así le produjo una gran satisfacción al verla.

"¡El jardín está lleno!", chilló ella, corriendo hacia delante a pesar de su anterior advertencia de que se quedara con él.

Empezó a tocar las hojas del arbusto de fresas que casi había sido arrancado, que ahora estaba lleno y mucho más grande de lo que había sido originalmente. El arbusto de frambuesas que tanto le gustaba, pero que había sido destruido, era igual de grande y daba bayas maduras y frescas.

Incluso todas las hortalizas que había cogido habían rebrotado, y vio que había un pequeño árbol con trozos ovalados amarillos. Nunca había visto ese árbol, y no sabía qué fruta o verdura brotaba.

ASTK DBB I [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora