Yoo Jeongyeon, una fría y calculadora cazarrecompensas y coleccionista profesional ya tiene su siguiente objetivo en la lista, y planea divertirse mucho con él.
Im Nayeon, una chica educada, humilde y dulce, pero con demasiados problemas en la vida...
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Nayeon abrió los ojos completamente sorprendida ante el hermoso paisaje que tenía delante suyo.
No era excesivamente grande, y tampoco estaba repleto de árboles en su orilla, pero eso no quería decir que no fuese hermoso. La corriente fluía lentamente y a un ritmo perezoso que sólo le daban ganas de tirarse y flotar en ella, chocando contra las rocas que se erguían en él. Habían unas cuantas mariposas revoloteando por el lugar y, a pocos metros de ellas dos troncos secos se encontraban tirados uno frente a otro, separados tan sólo por lo que parecía ser el lecho de una fogata antigua.
Jeongyeon le permitió observar unos segundos más, antes de dirigirse hacia uno de esos troncos y obligarla a sentarse ahí, separando sus manos y llevándose con ellas esa calidez que Nayeon tanto empezaba a extrañar.
―No debes moverte de aquí, ¿entendido? ―preguntó Jeongyeon, observándola con los ojos entrecerrados.
La castaña sólo se limitó a asentir con sumo cuidado.
―¿Qué? No seas aguafiestas, Jeongyeon ―Momo y Dahyun se habían unido a ellas, escuchando la advertencia de la pelinegra -. Estamos en un lugar que conocen muy pocos y no hay nadie alrededor más que nosotras. Déjala que se divierta.
―Si dejo que se divierta va a querer quedarse por más tiempo.
-Sí, pero tú no vas a permitir eso, ¿o no, Yoo? ―Dahyun ladeó su cabeza hacia la mayor―. Porque que yo sepa, tú jamás te involucras.
―Por supuesto que no. Ella solo-
―Entonces no veo el problema. Anda Nayeon, levántate. Vamos a nadar ―de forma rápida, e interrumpiendo a Jeongyeon, la rubia tomó a Nayeon de las manos y la hizo levantarse de su asiento.
Nayeon le dirigió una sonrisa apenada.
―Me encantaría, pero... No tengo un traje de baño, y-
―Oh, eso no es problema. Tengo uno extra.
―¿Y pretendes que se cambie al aire libre, Kim? No es de tus mejores ideas.
―Tú pretendías tenerla encerrada como un ermitaño, Yoo. No tienes derecho de decirme nada ―volteando nuevamente hacia Nayeon, Dahyun le dirigió una sonrisa tranquilizadora―. Venga, iremos para que te cambies en un lugar donde nadie más podrá verte. Y si gustas puedo vigilar para que este par no se acerque.
―Pero-
―Ya escuchaste a Momo, no hay nadie más que nosotras aquí. Nadie podrá verte, Nayeon.
―Pierdes tu tiempo con ella ―Jeongyeon cruzó los brazos sobre su pecho y bufó―. Es una princesita. No va a aceptar a menos que le digas de qué marca es y lleguen sus miles de sirvientes para cubrirla de cualquier cosa.
Nayeon frunció el ceño ante aquella suposición para nada acertada. Ella no era así, y definitivamente no era una princesita. Podía cambiarse al aire libre tanto como ella, podía colocarse cualquier traje de baño que le gustara sin importar la marca y podía hacer las actividades que ellas hacían por diversión también.