Yoo Jeongyeon, una fría y calculadora cazarrecompensas y coleccionista profesional ya tiene su siguiente objetivo en la lista, y planea divertirse mucho con él.
Im Nayeon, una chica educada, humilde y dulce, pero con demasiados problemas en la vida...
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―¡¿Eres estúpida?! ―el grito de Dahyun resonó por toda la casa.
Momo y Nayeon, quienes se encontraban jugando a las cartas en la habitación asignada para la última, se asustaron al escuchar a la rubia vociferar, por lo que bajaron las escaleras rápidamente.
Y allí de pie frente a las escaleras, Dahyun apuntaba a Jeongyeon con un cuchillo mientras la pelinegra la observaba aburrida.
―¡Dubu, no! ―Momo corrió rápidamente hasta ponerse frente a Jeongyeon, observando a su novia aterrada―. ¡Sé que no se llevan bien, pero no lo hagas!
―¿Eh? ¿Hacer qué?
―¡¿Cómo que qué?! ¡Matarla! ―chilló, observando el cuchillo entre sus manos―. Dahyunnie, te amo y lo sabes, pero si tocas a Jeong te juro que-
―¿Estás loca? ―levantó una ceja hacia ella―. No voy a matar a nadie.
―¿Y ese cuchillo?
―Espera, espera. ¿Creíste que iba a asesinarla con un cuchillo para frutas?
―¡También es filoso!
Riendo, Dahyun movió el cuchillo entre sus manos mientras Momo la observaba aterrada.
―Dahyun, baja esa cosa. Puedes hacerte daño.
―Por favor Momo. ¿En serio crees que pienso hacerle daño?
―B-bueno, tú y ella no se llevan bien y-
―Que no nos llevemos bien no es una razón para asesinarla. No soy irracional.
―Yo no opino lo mismo ―murmuró Jeongyeon, con esa expresión aburrida de siempre.
―Cállate, Yoo ―apuntándola nuevamente con el cuchillo, la pequeña chica frunció el ceño― ¿Crees que puedo matarte? ¿Que voy a hacerte daño? ¿Que cuando menos pienses voy a enterrarte este cuchillo en tus entrañas?
―No me sorprendería si lo pensaras.
Arrugando su nariz y levantando más el cuchillo, Dahyun apartó a Momo del camino y dio unos pasos hasta quedar frente a frente con la pelinegra ―claro que tuvo que alzar levemente la cabeza, pues ella era más baja―.
―Dahyun-
―Yo no soy como tú ―musitó tras unos segundos, dejando caer finalmente el cuchillo al suelo.
El aire regresó a los pulmones de Nayeon y Momo, quienes exhalaron aliviadas. Por su parte, Jeongyeon apretó la mandíbula.
―No voy por ahí creyendo que hago lo correcto sólo para ganar unos cuantos billetes, cuando en realidad sólo hago sufrir a los demás.
―Nunca pedí tu opinión sobre mi vida.
―Y yo nunca te pedí permiso.
―Eres una maldita chismosa, ¿cómo es que Momo pudo tan siquiera fijarse en ti?