Mi nombre es Hoseok y desde que tengo memoria mi familia ha servido al rey Seojoon. Incluso después que él murió, mi madrastra y sus hijas han mantenido su lealtad al soberano de nuestras tierras. No nos falta ni comida ni techo; vivimos en un pequeño palacio en las postrimerías del castillo. Pero sería tonto ignorar que somos una casa menor; estamos muy por debajo en la jerarquía del reino. Tal vez por eso mis hermanastras están obsesionadas con casarse con un noble y ascender socialmente. Mi madrastra comparte tal obsesión, ajustando los corsés de sus hijas hasta cortarles el aliento, o embadurnando sus rostros con maquillaje para que se vean más atractivas. Hasta el día de hoy, ninguna de las tres ha cazado a ningún príncipe.
Y en secreto, a mí también me encantaría atrapar a uno.
Pero no por su oro o renombre, sino porque ya de niño descubrí que me gustaban los hombres. Ignoro si mi padre alguna vez lo sospechó, siempre he hecho lo posible por mantenerlo en secreto. Tan bien he guardado el secreto que, hasta el día de hoy, aún no he besado a un hombre.
¿Quién iba a querer besarme, cuando paso mis días entre la mugre de la caballeriza? Desde que mi padre falleció, hubo que recortar algunos lujos como los criados. Pero tanto mi madrastra como mis hermanastras son incapaces de tomar un trapo. Así que yo soy el único que se encarga de todas las tareas del hogar; cocinar, limpiar, fregar los pisos. Incluso lavar su ropa y peinar sus cabellos por las mañanas.
No me molesta hacerlo, pero sí me gustaría recibir algo de agradecimiento de tanto en tanto, en lugar de burlas.
Mi madrastra nunca me ha querido, a veces incluso sospecho que tampoco quería a mi padre.
Otro secreto que he logrado ocultar con los años fue mi afición por la ropa de mujer.
Todo comenzó una tarde cuando estaba limpiando la recámara de una de mis hermanastras. Ella había dejado un hermoso vestido color agua marina sobre su cama, y yo sentí la tentación de probármelo. No me malinterpreten; soy hombre y me encanta serlo. No tengo intenciones de ser mujer. Pero me gusta verme bonito de tanto en tanto. Y tal cual lo predije, el vestido me sentaba mejor a mí que a mi hermanastra.
Con el paso del tiempo, mi afición creció al punto que llegué a comprarme vestidos para mí. Ahorraba moneda a moneda hasta que podía encargarle uno a alguna modista del mercado. Yo les decía que eran para alguna de mis hermanas, y luego lo guardaba celosamente en un baúl de la caballeriza. Incluso he comprado algo de colorete para las mejillas. Mi cabello pasaba mis hombros y era rojizo y ondulado, así que con un vestido, colorete y el cabello suelto tranquilamente pasaba por mujer. A veces cabalgaba al mercado vestido de esa manera y fingía ser una doncella por diversión. Pero al llegar a la adultez comprendí los peligros que aquello podía traer, así que dejé de hacerlo.
De todas formas, desde hace años tengo un frasco de vidrio donde ahorro moneda a moneda para encargarle un vestido a la mejor modista del reino. Todavía no he alcanzado la suma necesaria, pero sigo ahorrando.
Esta mañana, estoy fregando el piso del comedor cuando una de mis hermanastras entra corriendo y patea mi cubeta.
— ¡Oye, ten cuidado!— le digo frustrado, mientras el agua jabonosa arruina mi trabajo.
— ¡Oh, cállate, maricón! — la muchacha me responde con un gesto de disgusto. Yo me sonrojo de vergüenza ¿Acaso ha descubierto mi secreto, o es solo el insulto que se le ocurrió primero? Me inclino en el piso y reanudo mi limpieza. Mi hermanastra se une al desayuno junto a su madre y hermana. A mí me tocarán las sobras después que ellas terminen.
— Griselda, una dama no habla así. Recuérdalo si pretendes casarte con un noble — mi madrastra dice antes de darle un sorbo a su té humeante. Irónico, pues ella me dice cosas peores.
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Hoseok
Short Story᎓ tete top!♡ hobi bottom! ᎓ inspirada en Cenicienta! ᎓ historia concluida!