tres

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Es la noche del baile, y las piernas no me dejan de temblar. He estado ansioso desde la mañana, pero pude disimularlo ayudando a mis hermanastras con sus preparativos. El palacio era una verdadera locura hace unas horas; mi madrastra ladrando órdenes, Griselda y Brunilda luchando por entrar en sus encorsetados vestidos de noche. Yo ayudé con el maquillaje. Mi madrastra estaba tan obsesionada con que todo sea perfecto que hizo llorar a Brunilda mientras desenredaba su cabello. Ella también asistiría al baile como chaperona, usando un vestido verde oscuro que a su edad lucía ridículo.

Ahora es cerca de la medianoche y el palacio finalmente está tranquilo; las tres han partido al baile y yo comienzo mi transformación.

Me cambio en la habitación de las chicas, que una vez fue la mía. Me pongo el hermoso vestido pastel que tanto me ha costado esconder estos últimos días. Me calza perfecto. Cepillo mi cabello rojizo, sus bucles acarician mis hombros y me hacen ver como una doncella. Por suerte, nunca me ha resultado fácil crecer una barba, así que con un poco de maquillaje ligero estoy listo. Agrego algo de colorete en mis mejillas y labios y me miro al espejo.

Esto es una locura, definitivamente.

Pero estoy mucho más bonito que mis hermanastras, al menos yo sí sé maquillarme.

Cuando llego al castillo, mis piernas tiemblan más todavía, y tengo un horrible nudo en el estómago.

¿A quién se le ocurre hacer algo así? Estoy rodeado de gente, alguien se dará cuenta de que soy hombre.

En el salón principal suena una música tranquila y alegre, no hay nadie bailando aún. Más bien están socializando y saludándose. Hay centenares de damas, todas comparten ese brillo ambicioso en los ojos de conseguir al príncipe. El salón de blancas paredes y altísimo techo está iluminado por miles de velas y apenas se puede circular de lo concurrido que está. No falta quien me mira con ojos curiosos, y el pánico crece en mí. Luego los escucho murmurar, y descubro que les llama la atención ver una doncella sola en un baile. Además, nadie puede aseverar a qué familia pertenezco y eso les parece sospechoso.

Por lo menos no sospechan que soy un hombre, pienso aliviado.

A corta distancia, distingo a mi madrastra y sus hijas. La mujer está bebiendo y mis hermanastras se ven fastidiadas.

¡Mierda, ellas si me van a reconocer! Griselda me ha clavado la vista y hace una mueca extraña.

Me doy cuenta de lo idiota que es mi plan. ¿En qué estaba pensando? ¡Descubrirán que soy un hombre travestido y me ahorcarán en la plaza pública! Me cubro el rostro, simulando pudor, y comienzo a abrirme paso hacia la salida. Pero estoy tan mareado por el miedo que no recuerdo donde está la salida. Luego de dar vueltas como un loco, encuentro una puerta y la abro.

En ese momento, el príncipe Taehyung hace su aparición por la misma puerta.

Quedamos cara a cara, y creo que mi corazón va a explotar. El Rey Seojoon está a su lado, y Taehyung viste sus ropas de gala; una entallada chaqueta blanca que resalta sus hombros fuertes. Su cabello rubio está prolijamente peinado, su rostro afeitado al ras y sus ojos marrones resplandecen al verme.

¡Esto sí que fue una mala idea!

—Mi Lady, entiendo que esté ansiosa por bailar con mi hijo, pero nos está bloqueando el paso — el rey refunfuña bajo su grueso bigote blanco.

— Padre, no seas grosero. — Taehyung me dedica una irresistible sonrisa.— ¿ Acaso nos hemos conocido antes, Mi Lady?

Sacudo mi cabeza, nervioso.

— Que extraño... siento que ya la conozco— Taehyung agrega con una sonrisa intrigada.

— Bueno, ¿qué te parece si damos inicio al baile de una vez?— el rey protesta una vez más.

HoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora