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Un sonriente pelinegro entro a la habitación del hospital donde su omega acaba de dar a luz, habían esperado durante nueve largos meses por ese día, su amor por fin daría frutos; un hermoso cachorro con los rasgos físicos de ambos.
Llevaba consigo un ramo de rosas, las más rojas que pudo conseguir y las que sabía que a Irene le encantaban y aunque hubiera querido continuar con aquella sonrisa le fue imposible al dar el primer paso en la habitación.

—¡NO QUIERO VERLO, LLÉVESELO LEJOS DE MÍ—la chica gritaba con enojo, aunque sus ojos demostraban lo contrario, estos estaban llenos de lágrimas que rodaban por el resto de su cara y descendían al suelo.

Si bien José había escuchado de algunas omegas que dejaban ver su lado salvaje al momento de dar a luz y luchaban por tener a su cachorrito en brazos Irene era todo lo contrario, su aroma se había vuelto agrió y notaba como su lobo se tenzaba, ¿por qué le gruñía a la enfermera? No, no le gruñía a ella, le gruñía al bebé de apenas unas horas de nacido.

—¿Qué ocurre, cielo?—José llamo su atención y pudo verla temblar, caer al piso y hacerse bolita, no sabía que pasaba, su comportamiento era extraño, ¿acaso no quería a su propio hijo?
La idea hizo que su lobo mismo agachara las orejas con tristeza y comenzará a chillar, su omega no amaba el fruto de su relación.

La reacción de la enfermera fue correr con la criatura en brazos y una vez fuera llamo la atención de el demas personal medico, aquella omega si que había llegado a intimidarla.

—Cariño—el pelinegro avento el ramo de rosas en cualquier dirección de la habitación olvidando por completo la intención del detalle—Es nuestro cachorro, ¿por qué no quieres verlo?

—¡NO LO QUIERO! ESO NO PUDO HABER SALIDO DE MÍ, JOSÉ—Lloro en el momento que sintió la mano de su esposo en su mejilla quitando el resto de una lágrima—¿Haz visto cómo estoy? ¡Esa cosa me dejó así!

No lo entendía, realmente no entendía con qué se refería al "me dejo así"
¿Así?, ¿hermosa?, lo más hermoso que sus ojos podían ver, aquél cuerpo tan espectacular que había llevado a su hijo durante largos meses.

—Estás preciosísima—respondió una vez la tuvo envuelta en sus brazos, acariciaba su espalda de arriba abajo tratando de tranquilizar tanto a ella como su lobo.

—No lo quiero, no quiero verlo, no quiero tenerlo lejos—rogó, apretaba la camisa de su alfa—por favor, llévalo lejos, por favor seamos nuevamente tú y yo..

La mirada de José se tenso, alejo su cuerpo del de la chica y sus miradas se encontraron, la miro con molestía y dolor, sabía que era más dolor, muchísimo más dolor que molestía. ¿Por qué no le había dicho antes? ¿Por qué no se había negado a tener un hijo cuándo él se lo propuso?

—Irene, no puedo—fue lo único que pudo formular mientras alejaba su cuerpo del contrario, su vista era nublada por las lágrimas que amenazaban con salir.

—¡ENTONCES NO TE QUIERO A TI TAMPOCO, LÁRGATE CON ESE MALDITO ENGENDRO! LLÉVATELO LEJOS, ALEJALO DE MÍ—gruño con fuerza mostrando sus colmillos amenazando al alfa, ¿cómo se atrevía a tanto? sabía que su alfa podía deshacerla con un simple rasguño, más desecha de lo que ya estaba.

—¡ES NUETRO CACHORRO!—La voz de alfa salió al sentirse atacado, nunca la usaba con su esposa, ni por más molestos que estuvieran.
Vió su cuerpo temblar del miedo, quiso abrazarla y pedir perdón..
"¿Pedir perdón?" su lobo regaño "Ella ha maldecido a nuestra cría"

—Iré a buscar nuestro cachorro, lo tomarás en tus brazos y serás la mejor madre—no hablaba él, hablaba su lobo. La omega emitió un sonido de asentamiento junto con un sollozo que fue ignorado en el momento que el pelinegro habia salido de la habitación.


Después de aquello todo parecía estar bien, habían sido dados de alta del hospital horas después y en esos momentos estaban en casa, la omega había corrido a la habitación que compartía con el alfa mientras que este sostenía al bebé entre sus brazos y arropandolo con la frasada.

Quizá si hubiera entendido a su esposa, si no la hubiera obligado en algo que ella no quería, tal vez lo correcto hubiera sido darle tiempo y espacio, pero aquello era algo que no se podía cambiar, aunque hubo cientos de veces que quizo retroceder el tiempo y cambiarlo.

Irene se había quitado la vida, su omega lo había dejado junto con un cachorrito, ¿por qué su felicidad no había durado? o quizá ni siquiera existio.





(Siete años después)

Un sonriente niño caminaba por el parque tomando la mano de su padre, durante su caminar daba uno que otro saltito, su mirada iba de aquí para allá, desde las flores que adornaban los jardines del parque hasta los niños y caía en las familias.. Mamá, papá e hijos.
Agacho su mirada a sus conserse, pequeños como sus piecitos, quiza no tan blancos como deberían pero se debía a que había brincado el barro del parque.

—Papi—jalo un poco el brazo del alfa y este llevó su mirada hasta su hijo haciéndole saber que lo escuchaba—¿Y mami?

le partía el corazón escuchar esa pregunta en la que no tenía respuesta, ¿cómo explicarle a su cachorro que su mami nunca lo quiso?
Cómo decirle que la causa de su partida había sido su nacimiento.

—Andrew, mami está en una misión súper importantísima con los angelitos—se puso a su altura y acaricio la mejilla rosa del chiquillo—pero estoy seguro que ella te ve desde el cielo— señalo con su dedo aquel cielo azul con destellos naranjosos, comenzaba a atardecer—y está muy orgullosa de ti, así como yo lo estoy—lo tomó entre sus brazos estrujandolo contra su pecho y tragando el nudo que se había formado en su garganta. Dolía tanto como el primer día.

¿Y Mami?⇝jv [OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora