Cuando la vida te pesa,
las heridas de la infancia no cicatrizan
y el corazón grita,
dormir es la única salida de emergencia.
Tres veces atenté contra vida,
tres veces fallé,
confieso que siempre he querido vivir,
solo busco dejar de sentir.
•••
(No...
Me culpo por quererte, por inventarte, tú que sin mi imaginación no eras nadie. Me culpo por quererte, me culpo por creerte, tú hablabas de cuidarme, no lo hacías, pero con tus palabras me sentía protegida. Tú hablabas de amarme, no lo hacías, pero con tus palabras me sentía amada.
Me culpo por conocerte, por acceder a ti.
Yo tan pequeña, tan tonta, ilusa e ingenua.
Tú tan grande, tan maduro, perverso e infame.
Viste en mí a esa pequeña gacela deslumbrada ante la luz de una lámpara a mitad de la noche, pasmada ante el golpe de tu disparo, cayendo en las garras de tu trampa revestida de las palabras que supiste que quería escuchar.
Yo no tenía a nadie, lo sabías sin siquiera indagarlo, se me notaba en esa desesperada búsqueda de ti.
Yo era lo que no sabías que buscabas, ¿verdad? Yo te hice sentir lo que en más de tres décadas nadie te había causado, ¿verdad? Porque yo era tan hermosa y tan dulce, como un caramelo reluciente; y tú muriéndote de hambre como animal en cautiverio sin presupuesto. Me culpo por quererte, me culpo por creerte, por pensar que sería una cita de café, donde seguramente me preguntarías si me gusta el amarillo o el rosa, si prefiero las peonias o los girasoles, el mar o el bosque, los besos o los abrazos.
Tonta yo, que me puse un vestido a rayas porque era lo mejor de mi guardarropa. Tonta yo que usé los tacones más altos para que te alcanzaran mis brazos. Tonta yo que nunca pensé que tendría que correr. Tonta yo que pinté mis labios de rojo cereza. Tonta yo que solté mi cabello. Tonta yo que usé ese perfume con notas de fresa. Yo era un banquete para las bestias. ¿Dónde estaba aquel café? ¿Dónde estaba aquel hombre que me miraba con dulzura? ¿Quién era el que conducía el volante? "Cierra los ojos, cierra los ojos, es una sorpresa". Una parte de mí quería correr, la otra aún te quería creer, porque no podías dañarme. Tú no lo harías. Tú... me querías, ¿verdad?
Dejé de reconocer las avenidas, mi corazón latía de prisa... "No temas, no temas".
Me culpo por creerte.
En medio de la nada cuando el sol se metía entre las montañas, un rayo besó mis ojos, un pequeño calor bailarín me erizó la piel. Quería gritar, pero era tarde, yo tenía la voz ahogada en algún abismo, con el corazón corriendo el maratón más largo de su vida, con el miedo haciendo fiesta en todo mi cuerpo.
Me tomaste como si fueras un león embravecido, me golpeaste como si yo pudiera herirte cuando mis brazos eran tan escuálidos como para perder batallas ante un gusano.
Me sujetaste como si fuera a escapar, no tenía a dónde ir.
Me mordiste. Me lastimaste. Estallaste mis cristales y robaste todo lo que guardaba entre cerrojos. Fui un sitio de derrumbe y desolación, Hiroshima y Nagasaki fueron mis pechos destruidos. Las torres del 11 de septiembre fueron mis muslos lacerados. Mi paraíso era un huerto marchito. Dejé de pertenecerme, ya no pude encontrarme, yo morí en tus pezuñas, míralas y seguro que me encuentras. Sigo sin reconocer mis propios dedos, no puedo volver a sentir caricias, no puedo comer sin sentir náuseas, no puedo bañarme y sentirme limpia, no puedo usar ese vestido a rayas, no puedo ponerme esos tacones, no puedo sentirme feliz de ser mujer, no puedo confiar porque a te creí y me mataste.
Sigo con vida y ese es el peor asesinato de la historia. Te fuiste, pero sigues en mi cabeza. Vuelves en forma de pesadilla, en siete de cada diez te presentas a humillarme, a jurar que acabarás conmigo, con los pocos brotes que sobrevivieron la avalancha. En siete de cada diez sueños vuelves a lanzarme por el abismo, tres de cada diez sigo buscándome en ese abismo, gritándole a ese cuerpo que resista, que iré por él en cuanto deje de bañarme con lejía. No sé si sigas vivo, no sé si puedas dormir o verte al espejo. Yo ya no puedo. Día a día lucho por reconstruirme, por buscar las piezas que perdí en las calles, pero siempre estás tú, no puedo volver a querer porque regresas, nadie puede tocarme... porque se convierten en tus manos, nadie puede mirarme porque son tus ojos, nadie puede amarme porque ya no le creo.
No puedo ponerme la mano en el pecho porque hasta de mis manos tengo miedo.
Soy ruinas, pero fui imperio.
Arrancaste las flores, pero no la raíz —volveré a florecer.
•••
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