creo que después de todo me gustan los espejos

26 0 0
                                    

Nos acabamos de mudar a esta casa, y odio admitirlo, pero es mejor que la anterior. Más grande, amplia y mucho más bonita.

Pero aun así, sigo molesta con mis padres. Esto de la mudanza lo hicieron sin preguntarme nada y yo no me quería ir de la otra. O mejor dicho, no debía hacerlo, pues ahora estará molesta, muy molesta. Pero creo que esto será lo mejor, quizás ahora me deje en paz.

Las últimas veces, estaba muy violenta y en verdad me daba miedo...

En mi familia somos cuatro: mi madre Carmen, mi padre Enrique, mi hermano Miguel y yo. Somos muy unidos, pero en verdad estoy muy molesta con ellos ahora; no quería dejar el colegio ni a mis amigos, y ahora debo decirle "Adiós" a todo y a todos.

Las primeras semanas fueron de lo más normales: me sentía mas tranquila, hice nuevos amigos en el colegio y mis notas se mantienen, por lo que creo que no fue mala idea, después de todo. Pero las noches son otra historia... Todas ellas son incómodas; siento que alguien me mira cuando duermo, y no puedo ir al baño cuando me despierto en la noche por la incomodidad.

La primera vez, sentí a alguien respirando a mi costado.

Me olvidé del asunto a los pocos días y pensé que las cosas seguirían como siempre, pero no creo que sea así; aún tengo miedo de ver los espejos... Por ella.

La siguiente noche fue un martirio. Interrumpí mi sueño al escuchar un ruido, y fui al cuarto de mi hermano. Por suerte se encuentra al lado del mío. Toqué la puerta y nadie abrió: creo que estaba dormido, pues tiene el sueño pesado.

Al volver a mi cuarto, escuché a alguien pronunciar mi nombre. El sonido venía en la dirección de la sala, y lo más estúpido que se me pudo ocurrir fue lo que hice: ir a la sala. Encendi la luz y la ví, en el pequeño espejo de pared... Lucy. Allí estaba ella.

Grité. Grité con todas mis fuerzas, liberé el aire de mis pulmones en ese grito, y las lágrimas de mis ojos en un llanto amargo. Escuché las puertas de las habitaciones de mis familiares abriéndose, y posteriormente suspasos apurados. Todos llegaron a la sala e intentaron calmarme; mi papá me cargó (acción sencilla para él debido a mi baja altura), y cuando me pude calmar un poco, hablé con voz entrecortada.

-Mamá... Lucy; la ví, quiero irme... Quiero irme de aquí. ¡Sáquenme de aquí! ¡Sáquenme!

Comencé a llorar de nuevo. Noté la palidez en la cara de mis padres y la confusión de mi hermano; nada sabían de Lucy.

Lucy... A ella la veo desde hace años, tantos, que ya no me acuerdo. Vivía en mi antigua casa desde que nací, y para cuando cumplí seis años la vi por primera vez.

En mi cuarto tenía un espejo de cuerpo entero. Al llegar la noche, ví en él una niña. Tenía alrededor de 11 años; estaba muy pálida y llevaba un vestido de jean desgarrado. Desde que la conocí, vi en ella una imagen fratenal, así como la de una hermana. Era amable y muy alegre.

Hablábamos de muñecas, de caricaturas y demás, pero misteriosamente sólo la veía en los espejos de mi casa. Un día, me atreví a cuestionar mis dudas cobre sus apariciones.

-Lucy, ¿por qué sólo estás en los espejos, y nunca sales de ahí?

-No puedo salir de aqui: ni de los espejos, ni de la casa. -Me repondió.

-Así que... Es por eso que tampoco me acompañas a otros lugares... -Luego de eso, abandoné el tema.

Cuando cumplí 11 años en el mes anterior a la mudanza, mis padres me despertaron y me dijeron que me alistara. Les obedeci, pero Lucy apareció en mi espejo y me dijo:

-No te alistes, no vayas. Haz un berrinche o algo así, pero que ni se te ocurra ir...

-Pero tengo que ir; mis papás se molestarán si no voy. -Repliqué.

CrepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora