03. Los Hell's Angels

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Siempre que la banda quedaba para ensayar, pasaban juntos la tarde entera. Ensayaban durante una hora o así hasta que uno de ellos se cansaba, y entonces alguno iba a por comida y bebida y hacían un descanso, se tiraban un rato hablando, discutiendo la letra de sus canciones o simplemente en silencio mientras algunos dormían o veían la tele; entonces volvían a ensayar otro rato, se volvían a cansar, ponían música, sacaban cigarrillos, se reían de la señora Strauss, le pegaban fuego a los envoltorios de comida vacíos, volvían a ensayar... y así hasta que se hacía de noche. Aquel día no fue una excepción.

Claire, tal y como prometió, llegó al piso no mucho después de ellas, con la guitarra a la espalda y el amplificador en la mano. Las tres chicas estuvieron hablando un rato, contándole a Claire lo que se había perdido la noche anterior, mientras preparaban los cables y configuraban los amplificadores para sus instrumentos. Al rato llegó Robbie, con el pelo grasiento, vestido con la misma ropa que la última vez que lo habían visto, y junto a Marshall. Éste último no era parte de la banda, pero al parecer se había topado con Robbie por el camino y al escuchar la palabra "cerveza" había decidido pasarse a saludar.

Una vez estuvieron todos, abrieron las patatas y unas cuantas latas de cerveza y se pusieron a preparar los instrumentos. Como siempre, hubo complicaciones; una de las patas del rack de la batería de Pam estaba pisando el cable del amplificador de Claire, el micrófono de Robbie chirriaba cada vez que lo movían, Kate tardó el doble de lo normal en estar satisfecha con el afinamiento de su bajo, la señora Strauss empezó a darle al techo con una escoba para que se callaran... Pero al final, después de gritos, desacuerdos, quejas y mucha cerveza, lo tuvieron todo listo y empezaron a tocar.

Cuando decidieron dar el ensayo por terminado, ya eran las diez menos veinte. Marshall, tras anunciar que estaba muerto de hambre (declaración que fue secundada por Kate y Claire), propuso irse a cenar por ahí. Se decidieron por un bar a unos veinte minutos del piso; estaba lejos, pero Robbie había dicho que era uno de los pocos sitios de West Hollywood que no te cobraba quince dólares por un bol de almendras.

–Bueno, chicos –dijo Kate una vez estuvieron los cinco sentados alrededor de la mesa de la terraza, esperando a que les trajeran la comida–. ¿Tenéis ganas de que empiece el curso?

La pregunta fue recibida con una sarta de quejidos y abucheos por parte de todos los presentes, y Kate alzó las manos en el aire a modo de rendición, divertida por la reacción de sus amigos.

–Oye, por lo menos vosotros vais todos al mismo instituto –dijo Claire con un puchero–. Yo tengo que ir todos los días a un instituto en el que no me cae bien nadie, y encima tengo que rezar el Padre Nuestro todas las mañanas y esperar a que bendigan la mesa antes de comer.

–Y te compadecemos por ello, Claire –aseguró Robbie–. Si te hace sentir mejor, yo también estoy solo en clase, porque esta gente de aquí no ha querido esforzarse durante el curso y han repetido todos.

–Oye, que tú también hubieras repetido si no te hubiera obligado tu tío a ir a clases –espetó Pam–. Además, no estás solo en clase; están Kimmy, Corey, Minnie...

Robbie soltó una risa cínica–. ¿En serio, las tres personas que peor me caen del instituto?

–Todas las personas son las personas que peor te caen del instituto, Robbie. Eres un antisocial –dijo Marshall. Robbie cogió un trozo de pan de la cestita, arrancó un pedazo y se lo lanzó a la cabeza–. ¡Oye!

–Por subnormal.

–¡Pelea, pelea! –empezó a corear Pam, dándole golpes con las palmas de las manos a la superficie de la mesa. Marshall agarró a Robbie por el pelo y le echó su vaso de coca cola en la cara, accidentalmente mojando también a Kate.

𝙃𝙀𝙇𝙇'𝙎 𝘼𝙉𝙂𝙀𝙇𝙎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora