.•* Capítulo 7 *•.

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Habían pasado tres días desde que el carruaje arribó en Dashwood Hall. Tres días en los que, después de presentarle a los cientos de sirvientes, desapareció tras dejarla en la puerta de su habitación.

Ni siquiera estaba segura de que estuviera en la misma ala que la habitación de Erik, nunca había escuchado ninguna otra puerta cerrarse además de la suya, estaba sola en lo largo de aquél pasillo.

¿Por qué había desaparecido? ¿Había hecho algo mal? Se mostró amable después de salir de la mansión en Londres, entonces, ¿qué había cambiado? 

Sus días empezaban a resultar aburridos, sus pinturas y lienzos no habían sido empacados en su baúl de viaje —estaba segura que su madre era responsable de ello, pues siempre se mostró en desacuerdo con su gusto por la pintura—.

Los criados solo le hablaban lo necesario, y su doncella tuvo que permanecer en la casa de sus padres. Por lo tanto, pasaba sus días caminando por el inmenso jardín de la mansión o recorriendo los diferentes lugares de ésta.

Había descubierto una pequeña pero preciosa galería el día anterior, fue como encontrar oro puro, pasó el resto del día admirando los retratos expuestos allí. No se molestó en asistir al comedor principal, pues sabía que Erik no se encontraría allí. Su comportamiento la tenía totalmente desconcertada. ¿La estaba evitando? No encontraba una respuesta lógica.

En ese momento, uno de los lacayos llamó a su puerta, se extrañó ante ello, solo había hablado con algunas doncellas desde que llegó.

—Milady, lord Hambleden me ha pedido que le confirme su asistencia a la cena de esta noche.

Sus cejas se levantaron con sorpresa, ¿finalmente decidía aparecer?

—¿Por qué? —Cuestionó confundida.

El lacayo pareció no entender su pregunta, así que decidió formularla de otra forma:

—¿Estás seguro que el Vizconde asistirá a la cena? —No quería cenar sola como lo hizo los dos primeros días, la noche anterior, cuando entendió que Erik no la acompañaría, pidió que le subieran las comidas a su habitación.

El hombre en la puerta asintió—. Así es, milady, él mismo me ha solicitado que se lo haga saber.Asintió aún desconcertada, cuando finalmente estuvo sola, se permitió meditar las razones por las que Erik se había dignado a aparecer después de tres días. No dijo o hizo algo mal, e incluso la defendió de lady Lydia cuando ésta empezó a insultarla. ¿Por qué no la había buscado para asegurarse de que todo estuviera bien?

"Quiero que si algo te molesta, me lo hagas saber".

Ciertamente lo haría. Se levantó con nueva resolución y tiró de la campana para que una de sus doncellas asignadas viniera. Estaba inconforme. Y quizá un poco herida, así que lo confrontaría.

No podía desaparecer y dejarla en una habitación que parecía encontrarse a kilómetros de la suya. Era un matrimonio por conveniencia, sí, pero ella quería tener a su esposo presente.

Unos minutos después una de las criadas llamó a la puerta.

—¿Desea algo, milady? —La joven de cabellos dorados y ojos saltones la observaba tras una reverencia.

Asintió decidida.

—Sí, necesito prepararme para la cena de ésta noche.¿Crees que podrás hacer algo decente con mi cabello y mi vestuario?

Quería que Erik la notara después de tantos días. Lo admitía.

La joven asintió con rapidez y, tras llamar a dos criadas más, se vieron envueltas en telas finas y jabones con exquisitos olores.

Un Amor Escandaloso || Hermanos Dashwood #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora