vi. La pintura

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16 de enero de 1972

Esta mañana me había despertado a primera hora a pesar de ser domingo para ver los frutos de nuestra broma. Había quedado con los chicos en la sala común en cinco minutos, así que no me demoré más y salí para bajar las escaleras.

Allí ya se encontraban los cuatro. James, Sirius y Peter tenían cara de dormidos, mientras que Remus parecía más fresco que una verdura.

Me acerqué y di una palmada para que los tres primeros abrieran sus ojos por completo, pero con Peter fue imposible, porque nada más abrirlos y verme, los volvió a cerrar.

—Venga chicos, tenemos que ir ya —dije tirando del brazo de Peter—. Si nos ven allí antes que cualquier Slytherin, ningún profesor sospechará de nosotros.

James se levantó bostezando y fue con Remus y Peter. Yo en cambio, esperé a que Sirius moviera su culo del sofá.

—Sirius, o te levantas, o te levanto yo.

—Ay, ya voy chica —dijo estirándose antes de levantarse y pasar su brazo por mis hombros—. ¿Sabes? Cualquier chica querría levantarme, así que siéntete afortunada.

—Tienes doce años, ¿cómo puedes tener tanto ego en un cuerpo tan pequeño? —pregunté arqueando las cejas.

—Me he visto en el espejo, y sé que lo que veo es pura belleza —me miró con una gran sonrisa arrogante.

—Si yo tuviera tu cara y me viera todos los días en el espejo —lo miré con una sonrisa de medio lado—, no querría salir nunca de mi habitación. Quién sabe, quizás le ahorraría un susto a alguien al ver esa cara.

—¡Oye! —se quejó y yo me reí por su cara—. Yo me pregunto cómo cabe tanta crueldad en un cuerpecito como el tuyo

—Pues mira —me quité su brazo de mi hombro—, cabe y punto. No hay más misterio.

—Le voy a decir a Logan que pase de ti —me amenazó mirándome con los ojos entrecerrados.

—Ya, como que te hará caso —puse los ojos en blanco y me crucé de brazos.

Finalmente, llegamos al Gran Comedor, y como era de esperarse, solo había cinco profesores, entre ellos McGonagall, que nada más vernos arqueó las cejas; y un par de alumnos de Ravenclaw; probablemente prefectos.

Nos sentamos en la mesa de Gryffindor, y lo primero que hice fue beber un vaso entero de agua. Desde pequeña cuando me despertaba, tenía una sed terrible.

Cogí un bol de gachas, y lo acompañé con una tostada y zumo de calabaza.

Constantemente miraba hacia la puerta, esperando a que llegasen nuestras víctimas. No hablábamos apenas, al menos yo. Estaba demasiado pendiente de la puerta como para entablar una conversación.

Poco a poco, fueron llegando alumnos de diferentes casas y cursos, pero todavía ninguno era de Slytherin. Seguro que ya habían caído unos cuantos y se estaban intentando limpiar.

De pronto, unos alumnos mayores —se podría decir que eran de quinto o sexto—, entraron llenos de pintura roja por el pelo y un poco en la cara.

Las risas de los alumnos se hicieron presentes al momento, y la profesora McGonagall no tardó en acercarse para ver mejor que era lo que sucedía.

Observó a los alumnos y luego miró por la mesa de Gryffindor, hasta que sus ojos se posaron sobre nosotros. Nos hizo un gesto con el dedo para que fuéramos.

—Id a la enfermería, y cualquier alumno que veáis con pintura, encargaos de llevarlos también —les dijo a los integrantes de la casa de las serpientes. Una vez se marcharon, se giró para vernos—. Vosotros cinco me vais a acompañar a mi despacho.

No Time To Die || Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora