v. Déjame en paz, gafotas

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15 de enero de 1972

Hace unos pocos días que volvimos a Hogwarts, y a pesar de que no hubiera pasado mucho tiempo, había extrañado con locura a los chicos.

Para nuestra suerte, las clases de Pociones de la primera semana de vuelta tuvieron que ser canceladas, ya que el profesor Slughorn había enfermado y no podía dar clases. Todos nos alegramos de que fuera así, porque así teníamos más tiempo para planear nuestras bromas.

Estuvimos probando los regalos de Navidad que recibimos. James, Sirius y yo teníamos un set de bromas lleno de diferentes artículos. Supimos que Sirius no recibió ningún regalo cuando nos mandó una carta a James y a mí contándonos las horribles vacaciones que estaba pasando en su casa.

James y yo nos encargamos de enviarles a Remus y Peter una carta explicándoles lo que Sirius nos había dicho y propusimos regalarle una cosa Remus y Peter, y otra mi primo y yo, así que el día que volvimos, nos reunimos todos en la sala común a última hora del día y le dimos los regalos que no recibió.

Sirius nos agradeció aquello con gran efusividad, pero no podíamos permitir que un amigo nuestro no contara con regalos porque tuvo mala suerte con la madre que le tocó.

Remus por otro lado, volvió de las vacaciones con más cicatrices en la cara de cuando nos fuimos. Eso no pasó por alto ante mis ojos, por lo que le pregunté que qué le había pasado, pero en cuanto escuchó la pregunta se puso nervioso y fingió que se tenía que ir.

No entendía ese comportamiento tan extraño de Remus, pero tampoco tenía intención de presionarlo a que me contara algo que no quiera; cuando esté preparado ya me lo dirá.

Hoy, al ser sábado, solo teníamos clase por la mañana, así que tendríamos la tarde libre para hacer lo que más nos gustaba y por lo que éramos más conocidos: gastar bromas.

Iba caminando por los corredores acompañada de Mary para ir al Gran Comedor, tras haber salido de nuestra última clase del día. Ella me contaba que esta tarde tenía una cita con un chico Hufflepuff de nuestro curso, un tal Paul Walter con el que había estado hablando durante los dos últimos meses antes de irnos de vacaciones.

En cuanto llegamos, nos sentamos en la larga mesa de Gryffindor enfrente de Dorcas y Marlene. Ellas habían salido de las primeras de la clase, ya que aborrecían la Historia de la Magia, al igual que muchos de los alumnos. En cambio, a mí me fascinaba; me parece muy importante saber cómo hicieron los magos y brujas anteriores a nosotros que el mundo muggle dejase en paz al mágico y todos los pertenecientes a este.

—No sé vosotras, pero yo me he echado una buena siesta —dijo Dorcas mientras cogía un trozo de pollo de la bandeja central.

—Normal —la apoyó Marlene—. Si es que el profesor Binn se tendría que jubilar de una vez y dejar de amargarnos a los alumnos.

—Pues a mí me gusta —dije arqueando las cejas.

—Sí, pero ya sabemos que tú eres especial —Mary puso su mano en mi hombro y yo la miré mal—. Ya sé a quién pedir ayuda para los males de ojo.

—Pero qué dices —con el cejo fruncido miré a las otras dos para ver si entendían algo de lo que decía.

—Pues hija, con la mirada que me has lanzado cualquiera diría que soy más tu enemiga que tu amiga —habló con cierta sorna.

—Que tonta eres, madre mía —negué con la cabeza al oír a las tres reírse.

—Tienes que controlar un poco más como miras a la gente —secundó la idea Marlene.

—Yo miro a la gente normal.

—¿Tú crees? —asentí—. Entonces el otro día, cuando aquella chica se coló en la fila para el baño, le dedicaste una de tus mejores sonrisas, ¿no?

No Time To Die || Sirius BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora