IV

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Los martes sin trabajo son la gloria, cuando salí de clases volví caminando a mi piso, me compré con sandwich en el camino y con una playlist buenísima me dedico a fingir que no tengo responsabilidades.

¿Debería limpiar?

Si, antes del umboxing con la marca de cosméticos nuevos.

Me emociono por eso, pero mi corazón se detiene por un segundo cuando veo a un chico recostado por una camioneta negra, con los brazos cruzados y la mirada en la puerta de mi edificio.

Luce cansado pero aun asi se ve genial con una camiseta blanca y jeans oscuros.

Parece sentirme, porque me mira y sus ojos marrones brillan por un segundo haciéndome sonreir con timidez.

— ¿Se le ha perdido algo, señor?

Ríe levemente y asiente.

— Solo espero a Vera, una bartender estudiante de diseño que vive aquí. Tal vez la conozcas, dice que suele grabar sus rutinas diarias.

Mis mejillas se tiñen de rosa y me acerco meticulosamente para mirarlo un poco más de cerca, alzando la cabeza por la diferencia de altura.

— Ella no habla con desconocidos.

Parece caer en cuenta y por un segundo se ve consternado, pero se recompone de forma extraña y le veo extender su mano.

— Lance Stroll.

Lance.

Me gusta su nombre.

Tomo su mano y tira de mi contra su torso, sus brazos me rodean y mi rostro encaja en su cuello mientras el aroma a perfume costoso me envuelbe. Su mejilla contra mi cabello y el palpitar de su corazón tan acelerado como el mío.

— Lamento no haberte dicho mi nombre.

Me aparto y le miro a los ojos dudosa.

Situación extraña.

Pero cómoda.

Me acomodo entre los brazos de Lance otra vez y su pecho vibra por la risita que suelta.

— ¿Penas para whisky o hamburguesa grasosa?

Lance se encoge de hombros.

— Tú eres la dueña de California, dime qué quieres y lo haremos.

Me abre la puerta y me adentro escribiéndole a Meg que no volveré hasta dentro de unas horas.

Su mensaje me hace gracia y veo a Lance conducir, jamás había detallado a un hombre conduciendo y me derrito un poco notando su perfil.

— Suéltame tres semanas de información.

— Muy a tu pesar, bonita — me mira de reojo — los nepobaby no tenemos la vida tan interesante.

— Oh, vamos, ¿Que hacen a parte de gastar?

— Trabajo, a veces, soy rico, no me pidas tanto.

La burla hacia si mismo me parece linda y estiro la mano a su mejilla apretándosela levemente.

— Pobresito — para en un semáforo mirándome — que vida tan sufrida.

— Si, viajé en el jet blanco y yo quería el gris.

— Solo sufres y sufres.

— Es noviembre, ¿que hacen las bloggers guapas en noviembre?

— Ah, contenido pre-navideño y proyectos universitarios, deberías posar para mi diseño.

— No tengo idea de que forma podría ayudarte si diseñas ropa pero de acuerdo.

A Lance le gusta escuchar, por ejemplo, mi resumen de Sensatez y Sentimientos, porqué importa hacer yoga y porque él no puede asistir a una marcha feminista.

Lance enreda mis mechones en sus dedos mientras le hablo y me insita a seguir cuando me callo.

Lance leyó Cazadores de Sombras porque lo mencioné la primera vez que nos conocimos y me dijo que lucía guapísima para bajar a un restaurante lujoso cuando iba en pants y camiseta básica.

La pizza en el asiento trasero de la camioneta me sonaba mejor.

Dijo que arruinaba su dieta.

A pesar de pasar horas hablando, Lance no se veía tan cansado cuando estabamos mirando la playa de Santa Mónica desde los asientos traseros, se veía mas tranquilo que cuando llegó, menos sofocado, como un sujeto cualquiera disfrutando una madrugada tranquila.

Que acabó en besos, gemidos y los vidrios empañados.

Adrenalina.

Lance es adrenalina que estalla en colores cuando aparece.

Incluso cuando considera que follar en el asiento trasero de la camiometa está mal.

Gracioso, es un encuentro casual, no vamos a casarnos.

— Lance — llamo, desde la pierta de mi piso compartido cuando estoy a punto de cerrar, sus ojos marrones me detallan — espero haber ayudado con lo que sea que haya ocurrido.

Cerró los ojos por un momento, como si hubiese fallado en algo.

— Respiro otra vez, V, gracias.

Cerré la puerta y me recosté por ella viendo el sol asomarse por la ventana.

Esa vez no me di cuenta de que aunque se que hay muchas cosas que se de él, no tengo una forma de contactarlo.

Y eso es genial.

Porque las personas no se quedan para siempre.

Disculpa, Te amo | Lance StrollDonde viven las historias. Descúbrelo ahora