20 || Grita

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no autorizo que me griten después de este capítulo

Seren y Asher corrieron hacia ese gran portón, y aunque parecía algo prohibido, él la sorprendió sacando una llave de su bolsillo

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Seren y Asher corrieron hacia ese gran portón, y aunque parecía algo prohibido, él la sorprendió sacando una llave de su bolsillo.

—Ahora me vas a decir que eres millonario y tienes una casa en las afueras de la ciudad —comentó ella, cruzando los brazos. El aire se volvía cada vez más frío mientras el atardecer se acercaba, Seren echó un vistazo al cielo y notó cómo el naranja empezaba a tomar fuerza.

Asher se rio y negó con la cabeza.

—Es la casa de mi abuela, y no, no soy millonario.

—¿Me estás llevando a conocer a tu abuela? —cuestionó ella, abriendo los ojos.

No se esperaba eso. La muchacha se estaba poniendo tensa, pero al mirarlo, notó cómo negó despacio y le regaló una sonrisa de lado.

—No, mi abuela falleció hace un par de años...

Seren abrió los ojos. No se esperaba eso tampoco.

—Asher, perdóname. Lo siento mucho.

Pero él negó otra vez, ahora con otra sonrisa un poco más animada.

—No sabías. No venimos por eso, de todos modos. Ya vas a comprender, solo necesito que está puerta coopere conmigo —añadió, peleando con la cerradura un poco oxidada. —Le dije a mi mamá que teníamos que arreglar esto, pero no quiere cambiar nada de la casa y... ¡Ahí está! —chilló feliz cuando, al jalar de la manilla mientras daba vueltas a la llave, logró abrirla.

El peliblanco hizo una señal para que ella pasara primero. Ella suspiró, y aún apenada por lo anterior, entró a paso lento. Asher, siguiéndole los pasos, silbó al ver el lugar.

Era un gran terreno parecido a un jardín y tenía muchas flores de diversos colores. Pensó en que le recordaba mucho al lugar donde vivían Seren y Lilith en la leyenda, pero no lo dijo en voz alta. Al fondo de esta, se veía una pequeña casa de color blanco y celeste, también rodeado de flores.

—Wow —susurró Seren mirando a su alrededor.

—¡Bernardo! —gritó Asher, emocionado. Seren frunció el ceño al escuchar ese nombre y giró a ver hacia donde estaba el chico. Un perro de raza Samoyedo llegó corriendo hacia ellos y se lanzó sobre Asher. Los dos peliblancos cayeron al suelo de inmediato mientras Bernardo meneaba la cola de forma desesperada. La risa más sincera del muchacho se oyó cuando el perro le lamía el rostro. Sus patas estaban encima de él y se movía por todos lados, Asher acarició su lomo y lo abrazó como pudo. —¡Hola, amigo! ¡Hola, hola! —chilló, agudizando un poco su voz. —¿Cómo estás? ¿y Pilar? ¿dónde está Pilar? —El perro alzó la cabeza, como si estuviera buscando algo, dio un par de vueltas y corrió hacia la casa que Seren había visto antes. —Seren, ese fue Bernardo, el perro de mi abuela —explicó arrugando un poco los ojos porque el sol le daba directo a la cara. Ella sonrió y estiró la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

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