EL GRAN AMOR DEL PRÍNCIPE VEGETA

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Capítulo 7: El parto

Esos meses restantes fueron difíciles, porque aunque mi entrenamiento iba bien... mi corazón sufría porque Bulma estaba más distante conmigo, seguía molesta por mis palabras y lo notaba, notaba como sus besos no eran tan profundos, tampoco sus caricias aunque ella se excusara en lo avanzado de su embarazo.

El parto se adelantó...

Bulma: Vegetaaaaaaaaa! Vegetaaaaaaaaa!
Vegeta: que ocurre, iba a darme un baño, se que te molesta el olor del sudor últimamente
Bulma: grrrrrrrr, Vegetaaaaaaaa!
Vegeta: ya mujer, que pasa estoy aquí
Bulma: rápido llévame al hospital, grrrr
Vegeta: pero por qué
Bulma: eres tonto o te lo haces, estoy de parto, ya quiere salirrrrrrrr
Vegeta: muy bien, te llevaré volando, sujetate fuerte a mi
Bulma: volando? Estás loco? Llévame en el coche
Vegeta: cómo dices? Yo no sé llevar ese trasto

Pero la agarré fuerza y salí volando de allí, ella quería que la llevara en ese trasto, pero nunca me ha interesado aprender a usarlo, para que si yo puedo volar...

En cuanto llegué se la llevaron, tardó muchas horas en aparecer por la habitación con el bebé en brazos, yo estaba de espaldas cuando llegó mirando al vacío a través de la ventana, estuve allí todo el tiempo de pie preguntándome porque tardaba tanto, si habrían complicaciones por no ser ambos de la misma raza, Bulma es una mujer con mucho carácter y aventurera pero también frágil y delicada y no podia dejar de pensar si... sobreviviría al parto...

Pero allí estaba y su voz sonaba alegre...

Vegeta: cómo se llama el bebé?
Bulma: Trunks
Vegeta: uhm... así que es un niño
Bulma: si, es muy guapo, tiene tu mirada

Tarde unos segundos en girarme e ir hacia ellos, no quería que viera que había derramado unas cuantas lágrimas mientras me decía que era un niño.

Entonces me acerqué a ella, aún lo tenía entre sus brazos y tenía razón se parecía a ella pero tenía esa mirada profunda que yo suelo tener, aunque tenia un mechón de pelo y era del color del cabello de Bulma.

Yo no sabía que le cortaría la cola nada más nacer... aunque estaba claro que era correcto, sobretodo porque ella pensaba que yo me marcharía sin mirar atrás, dejándola sola con él, y ella no sería capaz de tratar con él si se transformaba sin saber como ni porque le sucedía y porque podría matarla sin querer al no controlar esa fuerza, así que sí, era lo mejor.

Después la besé pero yo estaba roto por dentro por no ser capaz de decirle lo importante que era para mí que estuviera viva, que hubiera sobrevivido al parto de un saiyan, porque ella no es tan fuerte físicamente como una saiyan pero tampoco como Chi-Chi, ya que ella también es una guerrera aunque ya no luche.

No era capaz de decirle todas esas cosas que quería decirle, los sentimientos eran nuevos para mí, expresarlos eran y son para mí muy difíciles ante los demás, aunque con ella... hace tiempo que ya no lo es... tanto.

Me marché y la dejé descansar, sus padres volverían pronto y se ocuparían de llevarla a esta casa, así que al llegar entre a la habitación de Trunks, era mi antigua habitación, yo ahora solía dormir en la habitación de Bulma... casi siempre.

Vi que aún le faltaban algunas cosas por colocar, así que lo hice yo, hasta puse un muñeco de trapo dentro de su cuna parecido a Kakarotto, esperaba que cuando tuviera la fuerza suficiente lo hiciera pedazos.

Cuando Bulma regresó con Trunks y sus padres, yo no fui capaz de pasar más allá de la puerta, mi orgullo saiyan se apoderó de mí, esas cosas no son propias de nuestra raza y menos de un príncipe, preocuparse por su hijo o su mujer, siempre hemos sido bastante fríos en ese aspecto.

Pero allí estaba ella, feliz y jugando con mi hijo, mi hijo..., así que los meses siguientes cuando terminaba de entrenar me acercaba a su habitación, esperaba encontrarlo dormido para que nadie viera en mi cara la ilusión que me hacía tener un hijo y además... con Bulma, la mujer más hermosa e inteligente del planeta.

Aunque realmente la mayoría de las veces lo encontraba llorando o comiendo, pero en cuanto lo miraba se callaba e imitaba mi cara, me reconocía, reconocía a su sangre, a su padre, a mí, y me mostraba respeto aún siendo tan pequeño, siempre ha sido un niño que ha respetado mi falta de afecto tanto en público como en privado, de eso Bulma se encargó bien, nadie me conoce mejor que ella.

Los meses seguían pasando rápido y yo necesitaba concentrarme más en el entrenamiento, me distraía con facilidad pensando en ellos, así que le dije a Bulma que me iría ese último mes y que iría directamente al lugar acordado, el que aquel maldito chico dijo.

Continuará...

Escrito por Mer Lois

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