Capítulo 1

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Toc toc

Una mujer encapuchada tocá a la puerta, mirá a la bebé en sus brazos, los ojos grisáceos que la miran con atención y curiosidad, se preguntá si cuando creciera, sus ojos tomarían el color propio o se parecerían a los de su padre, suspira colocándola en el piso, alguien se acerca del otro lado, eso significa decirle adiós a su hija, el dolor se arraiga en sus entrañas sin embargo es lo mejor, ella nunca podrá cuidarla como se debe, además si su padre se enteraba de su existencia su vida correría peligro, lejos de ella y de todo el secreto oculto dentro de las murallas podría vivir una vida normal y pacífica, le da un beso en su frente dando una última despedida, la coloca sobre el piso y se aleja escondiéndose detrás del muro.

–¿Quién? –una mujer joven abre la puerta, no esperaba visitas a tan altas horas de la noche, mira hacia abajo encontrándose con el pequeño bulto de mantas –. Mira que bonita es –recoge a la niña en sus brazos alejándola del frío suelo donde ha sido abandonada –, como pudieron dejarte aquí pequeña –meciéndola se adentra a la casa hogar donde crecerá rodeada de amor y cariño.

Observando a lo lejos ve a su bebé desaparecer, da la vuelta dejándola detrás, la lluvia lava sus lágrimas, no está arrepentida no es apta para cuidar de una persona, tampoco desea renunciar a su vida, así que la suelta y la deja en un espacio seguro y tranquilo, avanza con seguridad dejando su identidad como madre y la misteriosa mujer se pierde en la oscuridad.

–Tranquilos niños, tranquilos –reía con dulzura intentando guardar el equilibrio entre sus pequeños tornados, niños curiosos que saltaban de aquí para allá rodeando a su "Madre" para lograr ver a la nueva integrante de su familia –, todavía es pequeñita, hay que tener cuidado, Martha ven a verla –llamó a su compañera.

–Que tenemos por aquí –la mujer de avanzada edad la arrebató de las manos de la otra, notando con apuro algo que pasó desapercibido su inexperta alumna –Rhea como no puedes darte cuenta que está ardiendo en fiebre –, sus pasos se volvieron apresurados, tomó el monedero de la mesita y paso sorteando a los niños –. Cuida de los demás, iré a ver al Doctor Jaeger –con urgencia salió de la casa.

–Ve con cuidado Martha –se despidió Rhea preocupada –vamos, vamos, es hora de dormir– alentó a los niños a ir a sus camas esperando que todo esté bien.

–¿La bebé estará bien? –le preguntó un pequeño que observa la puerta jugando nerviosamente con sus manos.

–No te preocupes, ya verás que vuelve sana y salva –consoló a su niño, lo tomó de la mano y lo llevó junto a los demás.

Martha caminaba con prisa a la casa del doctor Jaeguer, era muy tarde, sin embargo si no se movían rápido la niña podría no salvarse y morir, tan solo era una pequeña niña probablemente una recién nacida, como era posible que la abandonaran así, suspiró con pena y siguió su camino hasta llegar a la casa del doctor, lamentaba ir a tan altas horas de la noche, tocó la puerta con suficiente fuerza para ser escuchada, no tardó mucho a que fuese abierta, al parecer la familia de tres se encontraba cenando.

–Doctor Jaeger disculpe la hora –se disculpó apenada –dejaron a esta pequeña en la puerta de nuestro hogar, está ardiendo en fiebre.

–Está bien –tranquilizó el anfitrión –por favor pase, si puedo salvar una vida tenga por seguro que no me negaré.

–Muchas gracias, con permiso, buenas noches Carla –saludo a la mujer que cargaba a un pequeño niño de unos cuantos meses que curioso miraba a su alrededor.

–Buenas noches Señora Martha –Carla se acercó un poco a ver a la niña en brazos –mira Eren, no es linda –le susurro a su hijo, el pequeño río divertido jalando los cabellos de su madre.

PerenneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora