Introducción

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NEW YORK
1 de septiembre, 2024

No podía percibir muchas cosas desde lo alto del puente de Brooklyn, la niebla había ocupado gran parte de la vista a esas horas de la mañana. Midas, sin despegar la mirada del río Este, se apoyó en el frío barandal dejándose llevar poco a poco por la autocompasión. Se suponía que el lugar le traía recuerdos alegres, así que tenía la esperanza de encontrar tranquilidad para pensar en cómo salir del problema en el que se había metido.

No halló una respuesta cierta, tampoco supo si atribuírselo al nerviosismo que le contraía el estómago o al olor a cigarro que entraba por sus fosas nasales. De lo que estaba seguro era que su carrera se vería arruinada las próximas horas.

A su izquierda, Iver levantaba el mentón para expulsar lo que quedaba de humo y lanzar la tercera colilla del día a la autopista, sin preocupaciones. Su amigo de la infancia, prácticamente un hermano, se rehusaba a dejarlo solo en su "situación terrible" y aunque Midas agradecía el apoyo moral que le daba su presencia, la idea de enviarlo lejos lo tentaba.

Desechó esa posibilidad al recibir una mirada de preocupación genuina por parte del chico de rastas. Ya tenía el drama suficiente con la llamada que su representante le hizo minutos antes, como para alejar a la gente que aún estaba de su lado.

Si no podía pensar a solas, Iver tendría que escucharlo.

Él siempre escuchaba.

—No tengo absoluta idea de lo que debo hacer, Iver. Tiré mi vida a la basura —el lamento salió de él cómo si hubiera esperado decir esas palabras por años, apretó los puños —. Puta mierda, ni siquiera he podido responder las llamadas de mi madre porque sé lo que dirá: "Te dije que no te metieras con ella".

—No es culpa tuya que Melody Lacy componga música, bro —Iver apoyó una mano en su hombro y con la otra sacó un nuevo cigarrillo —. Además, no creo que esa estúpida canción te arruine. Salieron hace casi un año y ni siquiera fue un romance serio.

Granate©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora